Quizá en un contexto familiar o entre amigos, el uso de un lenguaje más flexible y polisémico tenga su sentido. Pero no sucede igual en el ámbito de las relaciones profesionales o en política. Un político debe intentar en la medida de lo posible hacerse entender con palabras y argumentos claros y sencillos, evitando los dobles sentidos y demás recursos retóricos (a no ser que esté justificado dentro del contexto comunicativo). De no hacerlo, es lógico que se exponga cuando menos a la perplejidad de la opinión pública, que en casos graves le pedirá cuentas sobre sus opiniones. Es el caso de las desafortunadas declaraciones del alcalde de Badalona, Xavier García Albiol. El político popular afirmó que los gitanos rumanos son una «plaga» que ha llegado a España «exclusivamente para delinquir». La noticia se hubiera quedado en otro triste ejemplo de falta de sensibilidad de un político del PP en materia social si no fuera porque SOS Racismo denunció al alcalde. Albiol, muy lejos de pedir disculpas por la desafortunada elección de sus palabras, se reafirmó en su actitud y afirmó que esta denuncia no es sino un ataque político más por parte de los socialistas. No es el primer caso en el que un político del PP se ve inmerso en una circunstancia similar, en la que queda en entredicho su talante social y la ambivalencia moral en el uso de sus argumentos políticos. Y en casi todos estos casos, en vez de retractarse y reconstruir con inteligencia y elegancia sus declaraciones, se reafirmaron en ellas con soberbia y autismo.
Cabe matizar que las opiniones del alcalde de Badalona revelan un cierto tufillo racista a causa del uso de una popular falacia lingüística: la generalización. Si Albiol hubiera declarado sentirse preocupado por la situación de ciertos ciudadanos a causa de la inseguridad que generan algunos miembros de la comunidad gitana de rumanos, quizá la opinión pública hubiera argüido que al alcalde no le preocupaba tanto remarcar la naturaleza étnica de los disruptivos como la mejora de la convivencia. Mucho me temo que las formas sí importan, y mucho. Los profesionales del periodismos, pese a que intenten en lo posible evitarlo, a menudo caen en esta misma trampa falaz, incluyendo en una frase conceptos como delincuencia, inseguridad o violencia, y la alusión a determinados grupos étnicos en situación de exclusión social y económica. Esta relación puede interpretarse con facilidad como una manifestación de racismo.
El alcalde de Badalona, a pesar de saber la diferencia entre algunos y todos, persistió en no discriminar ambos conceptos, sometiéndose con razón a la severa crítica de la opinión pública. Pero no cabe analizar este caso solamente desde un punto de vista exclusivamente lingüístico. La actitud de Albiol y el mecanismo político de defensa que él y los suyos esgrimen cada vez que se les llama la atención acerca de su falta de sensibilidad y de la forma sibilina de utilizar del lenguaje, evidencia algo más que un simple descuido semántico, revelando la inquietante perspectiva con la que el PP aborda temas tan delicados como la inmigración y la diversidad cultural en España. De esta manera, el PP catalán se granjea, con el discurso de mano dura contra la inseguridad, la simpatía populista del electorado que vive en los barrios del extrarradio de Badalona o que es afín al folletín xenófobo ultraderechista. Pura y dura instrumentalización de una moral difusa.
Cabe matizar que las opiniones del alcalde de Badalona revelan un cierto tufillo racista a causa del uso de una popular falacia lingüística: la generalización. Si Albiol hubiera declarado sentirse preocupado por la situación de ciertos ciudadanos a causa de la inseguridad que generan algunos miembros de la comunidad gitana de rumanos, quizá la opinión pública hubiera argüido que al alcalde no le preocupaba tanto remarcar la naturaleza étnica de los disruptivos como la mejora de la convivencia. Mucho me temo que las formas sí importan, y mucho. Los profesionales del periodismos, pese a que intenten en lo posible evitarlo, a menudo caen en esta misma trampa falaz, incluyendo en una frase conceptos como delincuencia, inseguridad o violencia, y la alusión a determinados grupos étnicos en situación de exclusión social y económica. Esta relación puede interpretarse con facilidad como una manifestación de racismo.
El alcalde de Badalona, a pesar de saber la diferencia entre algunos y todos, persistió en no discriminar ambos conceptos, sometiéndose con razón a la severa crítica de la opinión pública. Pero no cabe analizar este caso solamente desde un punto de vista exclusivamente lingüístico. La actitud de Albiol y el mecanismo político de defensa que él y los suyos esgrimen cada vez que se les llama la atención acerca de su falta de sensibilidad y de la forma sibilina de utilizar del lenguaje, evidencia algo más que un simple descuido semántico, revelando la inquietante perspectiva con la que el PP aborda temas tan delicados como la inmigración y la diversidad cultural en España. De esta manera, el PP catalán se granjea, con el discurso de mano dura contra la inseguridad, la simpatía populista del electorado que vive en los barrios del extrarradio de Badalona o que es afín al folletín xenófobo ultraderechista. Pura y dura instrumentalización de una moral difusa.
Ramón Besonías Román
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