IU o la indefensión aprendida



La decisión de IU de apoyar un gobierno autonómico del PP mediante la abstención en el acto de investidura, ha puesto de manifiesto la incapacidad de la coalición de izquierdas de saber qué función política debe ejercer en el panorama político extremeño. Su endémica trayectoria como partido comodín o minoría eterna le ha provocado una indefensión aprendida, una tendencia a la parálisis volitiva. Traducido a cristiano: no se atreve a tomar decisiones, no se acaba de creer que pueda no solo ser llave para la gobernabilidad ajena, sino también agente ejecutivo de acciones políticas reales. La decisión de abstenerse no ha hecho sino confirmar la inmadurez de IU Extremadura, su voluntad de seguir siendo una mera comparsa que seguirá bailando al son de quien marque el paso. Esta pusilanimidad la excusa a través de su virtud asamblearia; las bases han decidido, luego me lavo las manos. El miedo a que uno u otro electorado le tirase de las orejas, le ha hecho decantarse por dejar en manos del afiliado el futuro de la coalición.

Tan solo la coordinadora federal ha demostrado un poco de sentido común y, contra lo que sus correligionarios pudieran pensar, dejó claro desde el principio que el futuro de IU pasa por reforzar su unidad ideológica, sin por ello dejar de tener independencia respecto al PSOE. La excusa según la cual los socialistas han gobernado demasiado tiempo en Extremadura como para generar un poso de inercias institucionales y un basurero de corruptelas -más allá de su evidencia- es solo eso, una excusa. Su apoyo al PSOE hubiera mejorado la opinión que sobre ellos tiene el electorado prófugo de izquierdas y le hubiera permitido reformar esas excrecencias que tanto le incomodan del socialismo extremeño. Su viraje en beneficio del PP no hará a largo plazo sino desalentar al electorado progresista, ya suficientemente perplejo y desorientado, que le prestó su apoyo en las autonómicas. IU nadará desde ahora en aguas de nadie y su apoyo o no a determinadas medidas que proponga el nuevo equipo ejecutivo no serán vistas por la opinión pública como el pretendido acto de coherencia que Escobar espera; más bien subrayarán el carácter sincrético de una coalición que debe ya mismo saber a qué demonios juega, ¿a gobernar o a que le saquen del anonimato si algún pretendiente tiene a bien concederle algún baile? Por lo visto, su decisión ha sido clara: seguir operando de comodín, a la espera que el PP -cuando le convenga- le dé vela en este entierro.

Por otro lado, Escobar sigue representando el rol de amigo herido. Ya sabe que el PP no virará a la izquierda, pero tampoco el PSOE. Conclusión: la única alternativa verdadera de izquierdas en España es IU; los demás son meros consortes de un voraz neoliberalismo, meros paganos en este valle de lágrimas. Que te engañe tu enemigo es de esperar; pero del amigo progresista esperas que realice políticas de izquierda. Por lo tanto, castiguémosle, hagámosle reflexionar; que sude y redima sus culpas ideológicas. Este es, en resumidas cuentas, el discurso psicoanalítico que planea detrás de la decisión de IU Extremadura. El resentimiento ideológico, el castigo. No me quieres, pues me caso con el primero que pase por la calle. Nadie espera -por mero sentido común- que este matrimonio de conveniencia dure mucho ni que traiga otra luna que no sea la de hiel; no es de esperar que los pactos con el PSOE sean menos conflictivos y desalentadores. Por ello, IU no solo ha hecho daño al asentamiento de las políticas progresistas en nuestra Comunidad Autónoma, sino que también -sin saberlo (o no)- está perpetuando su historial de eterno diletante, ofreciendo una imagen pública que lo condena a seguir siendo por mucho tiempo en Extremadura el cortejo bufonesco del bipartidismo. Haberse arriesgado a compartir responsabilidades con Vara hubiese reafirmado el carácter y la autoridad de IU como partido político, ganando para sí a un electorado de izquierdas que estaba deseando que alguien pusiera orden y limpieza a décadas de socialismo extremeño. IU necesita como agua de mayo su propio Suresnes.

Ramón Besonías Román

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