No molesten, por favor



En verano las carnes se solazan sobre la toalla playera, esperando azabacharse, que eso de lucir moreno en la oficina sube la autoestima a cualquiera. Es tiempo de enseñar, orear palmito por costas y piscinas, darle placebo al cuerpo y respiro al cerebro, lobotomizado el resto del año por la crónica diaria. ¿A quién le importa que Rubalcaba se presente, rutilante, sonrisa Profiden, por la platea mediática como nuevo candidato, o que la Cospedal confiese que como su dentífrico ninguno para blanquear la crisis y salvar a España de las garras del socialismo? Lo que el soberano quiere es desconectar de la cantinela prevacacional y reír a gusto de lo profano. Marcarse un baile, refrescar la garganta y ver las nubes pasar. El resto es ruido.

Será por eso que por mucho que los políticos se empeñen en seguir ilustrando al potencial votante acerca de sus bondades profesionales y escatologías redentoras, al ciudadano lo que
realmente le pone en verano es la casquería: la belleza renacentista de Leire Pajín; el aniversario del triunfo de La Roja; el remordimiento afectado de Ortega Cano, confesando que su desliz etílico "ha sido el peor toro de su vida"; la condena sin cárcel de la Campanario y su madre; la crónica diaria de los Sanfermines, a la espera de guiris corneados; las desavenencias de la princesa del pueblo con Hacienda, la canción del verano, el posado anual de la Obregón, el epílogo de la saga Harry Potter, las recomendaciones estacionales sobre salud y moda; los robados a los famosos, exhibiendo con impudicia su boato a lo largo y ancho de la élite costera...

Cuéntenme un cuento, pero de esos que te hacen reír o dormir. En verano, las únicas tragedias que merecen contemplarse están en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Para amargarnos ya tenemos un largo posvacacional. Déjennos embrutecernos con comida y tele basura, desoír los consejos del matasanos, lubricar cuerpo y
alma de pecados veniales; que ya vendrá la cuaresma con sus dietas, recortes y demás genuflexiones a jodernos la sonrisa. Hasta entonces, no molesten, por favor.

Ramón Besonías Román

2 comentarios:

  1. Hoy lo he visto claro: en la política lo que le vale es el topalantismo, que es un reclamo verbal para evidenciar el deseo y la esperanza, el querer, el ir más allá, pero el confiar también, no sé, en el más allá, en la venia del destino, en el no sé qué pasa pero igual me pasa a mí. El verano permite estas licencias frívolas. Pa drama, el festival de tu tierra. Ay, qué mal vamos. O no. Abrazo, my friend.

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  2. El material del que está hecha la política son las emociones, no cabe duda. Teóricamente parece que su materia esencial son las ideas, los argumentos, pero el trasunto mediático nos revela lo contrario. Un gobierno, un partido, es similar a una empresa. Todos deben venderse, entregar esperanza a cambio de gobernabilidad.

    Pero no era este el motivo de mis letras. Las bicicletas son para el verano.

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