Episodio piloto



No sé si fue antes el huevo o la gallina, si la prensa inventó el género político como ficción por entregas, o fue la misma política quien se ficciona a sí misma, sin necesidad de guionistas externos. Lo mismo da que da lo mismo, monta tanto, tanto monta; la mejor manera de deshacer el nudo gordiano es cortándolo en seco. La política no es una mera sucesión deshilachada de declaraciones públicas y acontecimientos mediáticos; posee semántica y recursos estilísticos propios -afines al folletín- con los que mantienen a la ciudadanía pendiente de sus cuitas, cruzadas dialécticas, echadas en cara, falacias varias, exabruptos y demás lindezas retóricas. Los medios han encontrado un filón en esta suerte de novela jocosa, mitad telenovela latinoamericana, mitad noir serie B, en la que los personajes desgranan sus desavenencias sin pudor, lanzándose réplicas y contrarréplicas infinitas. Todos reconocemos en público estar hartos de la crónica política, pero, como nos sucede cuando nos preguntan acerca de la televisión basura, una doble moral subyace tras nuestra respuesta. Pese a confesar que una puesta en escena política basada en la confrontación nos produce rechazo e indignación, en el fondo nos seduce el sadomaso bipartidista. Nos encanta pensar en la política como un derbi futbolístico, un jugoso pugilato o un debate made in Belén Esteban. Reconozcámoslo, fuera de esta efusión emocional, la política es un auténtico coñazo. Cuando se nos acaba como tema de conversación el trasunto de la Liga, los logros de Nadal, la Fórmula 1 o el motociclismo, ¿qué nos queda como carnaza para el debate? ¿El sexo?; bueno, sí, eso siempre. Pero al igual que a Bogart siempre le quedará París, a nosotros nos salva la política de acabar hablando del trabajo, la familia y las facturas mensuales. Donde esté un buen desquite contra el gobierno...

Un ejemplo adecuado y de rabiosa actualidad es el affaire folletinesco protagonizado por Monago y Escobar, motivo de titularidad mediática desde hace semanas. En su primer round de investidura, Monago declara a Escobar su afectuoso agradecimiento con frases para la posteridad como “Extremadura no es de izquierdas ni es de derechas”; suponemos que será iupepera. Monago está pasando su pequeña luna de miel con la coalición; ya veremos qué pasa durante el viaje de novios. Escobar por su parte repite hasta la saciedad eso de "fue una decisión difícil", para quedar claro que su boda política es de conveniencia, no por amor, y que ellos, pese a las circunstancias, siguen siendo de izquierdas, que no se dude. Que si se casan es por despecho hacia su romance imposible con el PSOE. Menos mal que durante la toma de posesión en Mérida no se oyó eso de "si alguien conoce algún motivo por el que este casamiento no deba celebrarse, que hable ahora o calle para siempre"; Cayo Lara saldría al trapo, anulando la boda. O en su defecto, los del 15M, declarando nulo los matrimonios entre políticos de diferente cromatismo ideológico hasta que estos no sean sometidos a iniciativa legislativa popular. Vara -no hay dos sin tres- no milita en esta religión sincretista y prefiere ir ensayando su rol de soltero opositor. "Que ellos se lo guisen, que ellos se lo coman", ¡a ver cuánto duran! Que vengan después a pedirme consejo matrimonial, verás a dónde les mando...

¡No me digan que no hay en esta sinopsis suficiente material para rato! Dios nos coja confesados, esperemos que el guionista esté inspirado y que el reparto actoral saque lo mejor de sí durante la serie. Porque ténganlo presente, estas semanas solo hemos asistido al episodio piloto. Si les gustó la función, manténganse atentos, el prime time mediático afila sus incisivos.


Ramón Besonías Román

1 comentario:

  1. Primero fue el huevo...pero no era de gallina.

    Buen post, Ramón.

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