No tenemos remedio



No tenemos remedio. Siglos de salvapatrias y vende pócimas, la democracia no ha servido un carajo para destruir la atávica España maniquea y servil. La política es una religión profana que vende su catecismo, arengando a su feligresía contra los impíos. Y el pueblo -soberano lo que yo de soltero- calla y traga, como siempre hizo y seguirá. Hasta que se le hincha la entrepierna, se desahoga y elige otro gilipollas al que dorar la píldora. Y vuelta a empezar. Españolito, vozarrón y beato, te guarde Dios; una de las dos Españas te helará el corazón.

Ya en su día, cuando el socialismo más progre decidió lanzar en un tour de force ideológico su rutilante Educación para la Ciudadanía, fui el primero en mostrar mi recelo y escepticismo sobre el futuro de este experimento. Ya existe en la ESO un área de estudio denominada Educación Ético-Cívica, impartida por profesores de Filosofía en el cuarto curso. Resultaba un acto impostado y de soberbia ideológica sacarse de la manga una asignatura más que amplifique unos contenidos que podían haberse incluido en este área. Con Educación para la Ciudadanía, el PSOE estaba brindándole a los conservadores una excusa eficaz para abrir la veda a dogmatismo edificados en las antípodas del espectro ideológico. Así, el PP enseguida orquestó un teatro mediático en contra de lo que denominaba un claro adoctrinamiento político en favor de un modelo de sociedad made in PSOE. La politización e imposición unilateral de los contenidos de este área llevó por pura lógica a la radicalización de posturas. Y hasta hoy.

El Ejecutivo de Rajoy, henchido de mayoría absoluta y teledirigido por la curia opusina (a la que vete tú a saber si le debe en parte su honra electoral), en vez de exigir un consenso político en materia educativa, se blindó en el mismo exceso, transcribiendo su propio catecismo, a mayor gloria del laissez faire, los valores puritanos y la familia tradicional. Rajoy cayó en la misma instrumentalización que Zapatero. Y la casa por barrer. La ciudadanía tiene que soportar con perplejidad cómo cada gobierno de turno le vende sus mandamientos empaquetados a través de un plan de estudios, a fin de que el menor -votante en potencia- quede suficientemente imbuido del espíritu nacional, sea éste bermellón o azul Movistar. Mientras tanto, el sentido común permanece ausente y desamparado, sin reino en donde plantar futuro. Lo que podría haber sido una excelente oportunidad para que las fuerzas políticas se unieran en un consenso nacional en materia educativa, se convirtió -y lo que te rondaré, morena- en un esperpento doctrinal que enrojece la inteligencia del respetable. En fin, ya decía y insisto. No tenemos remedio. Somos presa fácil de la doble moral -a Dios rogando, y con el mazo dando-, el servilismo ideológico, maniqueo y ramplón, y la queja estéril, desahogo de un día, hambre para mañana.

1 comentario:

  1. @javiersuarezm04 agosto, 2012

    Je, je, je. Ramón, a Mi me dio tiempo a estudiar seis años de Formación del Espíritu Nacional y te aseguro que como encima los profesores eran del régimen se permitieron dejármela para Septiembre en primero de Bachiller. A partir de entonces saqué buenas notas a base de crearme reglas pnemotécnicas con lo contrario de lo que decían. A los 14 años ya militaba en la Joven Guardia Roja. Los intentos de adoctrinamiento tienen la virtud de dispararse por la culata. Más aun con unos contenidos tan rancios. Creo que cuando el enemigo se equivoca no hay que darle demasiadas pistas.

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