La escena me recuerda a esos frescos corales, repletos de miradas cruzadas, ensimismadas o complacientes, trenzadas en un mismo plano. Todas y todos parecen contentos, satisfechos por el acuerdo, excepto quien debe -por imperativo estratégico- entregar el documento que rubrica el acuerdo, y ese otro personaje aislado a la izquierda del cuadro, en pose reflexiva, que contrasta con el entusiasmo impostado de Susana Díaz.
La ficción -por lo menos en este caso- no supera a la realidad. La toma es reveladora, pero no explícita todo aquello que muestra; es necesario el complemento de la interpretación para disfrutar de los detalles, de los códigos velados que contiene, en su mayoría esperpento hiperbólico de las emociones e intenciones reales que albergan los personajes.
La exégesis fotográfica va según las sensibilidades. Ustedes decidan.
Ramón Besonías Román
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