Sin su atrezo talar, el personaje de la foto nos parecería quizá un noble abuelete bien aseado, de ojos heridos por la lectura. Pero ya se sabe que el refrán a veces se equivoca y el hábito transmuta al monje. Y no solo el hábito, también el lenguaje no verbal. La pose del cardenal denota severidad y una cierta indolencia, subrayada por su mirada penetrante, el gesto serio, ese dedo índice inquisidor, como si estuviera a punto de obligarte a abdicar de tus pecados. No es suficiente el aderezo naranja de su cinto y bonete para mitigar la agria sensación que generan sus adustos ademanes.
Definitivamente, el hábito hace al monje; por lo menos en esta instantánea del señor Angelo Scola, al que el pontífice Joseph (Alois) Ratzinger ha nombrado recientemente jefazo de la diócesis (ambrosiana) de Milán, templo supremo del conservadurismo teológico. El nombramiento viene a ser como si a mí se me ocurriera colar en la administración a mi primo; al parecer Scola y Ratzinger son coleguillas desde sus años mozos, si es que alguna vez estos mastuerzos fueron jóvenes -disculpen ustedes mi anticlericalismo; es congénito, no puedo remediarlo, por mucho que me esfuerce-. Scola viene a ser como el discípulo aventajado de Benedicto XVI, un pupilo al que va dando cancha con la que abonar su catecismo antilaicista y preconciliar. Scola -por hinchar un poco más su abultado currículum ultraconservador- es miembro de Comunión y Liberación, por si no lo conocen, uno de los tres movimientos -los otros dos que completan la santísima trinidad son el Opus Dei y los chisposos Legionarios de Cristo- más retrógrados, a la par que rentables, de la Iglesia Católica. Ratzinger ha marcado sin sorpresas la línea teológica y política que piensa desgranar de aquí a que veamos de nuevo una fumata blanca sobre los cielos del Vaticano. Ha preferido poner en nómina a su Torquemada particular que a otros posibles candidatos, entre los que se encontraba desde hace tiempo Farinella o el jesuita Tettamanzi, un izquierdoso dentro del gusto de la curia romana, más preocupado por asuntos sociales que por mantener henchidas las cuentas de la banca y aseguradas las relaciones políticas entre Estado e Iglesia. El nombramiento de Scola suena a que el futuro de la Iglesia Católica en las próximas décadas pasará por rearmarse a través de un férreo contrarreformismo, auspiciado por el apoyo económico y político de Comunión y Liberación.
Malos tiempos para la lírica. Si el conservadurismo político arrasa en Europa, no es de extrañar que el Vaticano encuentre cobijo sin injerencias para poder llevar a la vieja Europa ateizada los valores eternos que, según esta nueva secta de iluminados, traerán de nuevo el sueño de la Cristiandad. En tiempos de crisis, el carácter se amilana y la voluntad se vuelve cobarde. En este contexto, salvapatrias y predicadores de lo ajeno encuentran campo abonado a sus mandamientos y la ciudadanía se vende al postor más rentable, sin mirar la letra chica. Son tiempos propicios para que el miedo aliente el repunte de nuevos totalitarismos. Habrá que estar atentos, o dejarse llevar. Hay genta pa tó.
Por cierto, ¿por qué se me habrá ocurrido hablar sobre el Papa, su política teológica y demás bizantinadas? Efectos del calor estival, supongo.
Definitivamente, el hábito hace al monje; por lo menos en esta instantánea del señor Angelo Scola, al que el pontífice Joseph (Alois) Ratzinger ha nombrado recientemente jefazo de la diócesis (ambrosiana) de Milán, templo supremo del conservadurismo teológico. El nombramiento viene a ser como si a mí se me ocurriera colar en la administración a mi primo; al parecer Scola y Ratzinger son coleguillas desde sus años mozos, si es que alguna vez estos mastuerzos fueron jóvenes -disculpen ustedes mi anticlericalismo; es congénito, no puedo remediarlo, por mucho que me esfuerce-. Scola viene a ser como el discípulo aventajado de Benedicto XVI, un pupilo al que va dando cancha con la que abonar su catecismo antilaicista y preconciliar. Scola -por hinchar un poco más su abultado currículum ultraconservador- es miembro de Comunión y Liberación, por si no lo conocen, uno de los tres movimientos -los otros dos que completan la santísima trinidad son el Opus Dei y los chisposos Legionarios de Cristo- más retrógrados, a la par que rentables, de la Iglesia Católica. Ratzinger ha marcado sin sorpresas la línea teológica y política que piensa desgranar de aquí a que veamos de nuevo una fumata blanca sobre los cielos del Vaticano. Ha preferido poner en nómina a su Torquemada particular que a otros posibles candidatos, entre los que se encontraba desde hace tiempo Farinella o el jesuita Tettamanzi, un izquierdoso dentro del gusto de la curia romana, más preocupado por asuntos sociales que por mantener henchidas las cuentas de la banca y aseguradas las relaciones políticas entre Estado e Iglesia. El nombramiento de Scola suena a que el futuro de la Iglesia Católica en las próximas décadas pasará por rearmarse a través de un férreo contrarreformismo, auspiciado por el apoyo económico y político de Comunión y Liberación.
Malos tiempos para la lírica. Si el conservadurismo político arrasa en Europa, no es de extrañar que el Vaticano encuentre cobijo sin injerencias para poder llevar a la vieja Europa ateizada los valores eternos que, según esta nueva secta de iluminados, traerán de nuevo el sueño de la Cristiandad. En tiempos de crisis, el carácter se amilana y la voluntad se vuelve cobarde. En este contexto, salvapatrias y predicadores de lo ajeno encuentran campo abonado a sus mandamientos y la ciudadanía se vende al postor más rentable, sin mirar la letra chica. Son tiempos propicios para que el miedo aliente el repunte de nuevos totalitarismos. Habrá que estar atentos, o dejarse llevar. Hay genta pa tó.
Por cierto, ¿por qué se me habrá ocurrido hablar sobre el Papa, su política teológica y demás bizantinadas? Efectos del calor estival, supongo.
Ramón Besonías Román
Mientras cocinen sus intolerantes e indigestos platos inquisitoriales en su propia casa, todo correcto. El problema es que no lo harán, que se prestan como cocinillas para hacerte la comida sí o sí, con suculentos precios y beneficios; y no solo económicos, sino morales, que a mi parecer, son los más dañinos por el corte de digestión y mutilación ideológica con la que engañan y estafan. Y no pidas hojas de reclamaciones...
ResponderEliminarEl timo mejor montado de la historia, sin duda.
Saludos, Ramón.
Timo aceptado es menos timo. Uno come lo que quiera, y las digestiones son un asunto muy personal siempre, Marisa. Yo no como lo que no me gusta. Lo del post ni lo pruebo. Acepto, no obstante, las dietas ajenas, faltaría más.
ResponderEliminarNo te disculpes, Ramón, amigo. El verano estraga a veces el salto sináptico y salen estas cosas. Saludos estivaleros.