Publicado en el diario Hoy, 25 de mayo de 2010
No hace tanto -el tres de mayo para ser más exactos- que se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. El evento desató numerosos artículos reflexivos acerca del preocupante e indeterminado papel que representará para las siguientes generaciones la labor periodística, amenazada para algunos por el auge de los nuevos formatos digitales, más atractivos para los jóvenes y, cuando menos, sospechosos y caóticos para los más talludos. Internet es una selva tupida que, a juicio del mundo editorial, requiere del rigor objetivo y contrastado del buen periodismo. En la red, el incauto lector puede tender a creer que cualquier bulo o exabrupto merece el mismo crédito que una noticia o un artículo contrastado o bien argumentado.
De ahí que el reto del futuro periodismo sea, por un lado, integrarse en las nuevas tecnologías (webs, móviles, libros digitales y demás gadgets), accediendo de esta forma a sectores sociales y tramos de edad que hasta ahora eran alérgicos a la prensa escrita, y por otro lado, imponerse a sí mismo el reto moral y social de servir a la ciudadanía de mediador ante una realidad circundante cada día más cambiante y saturada de interferencias ideológicas y crematísticas. Volver a recuperar el crédito ante la sociedad, encontrando nuevos vehículos de comunicación, es el objetivo esencial que preside el debate actual en la prensa mundial.
Los ciudadanos estamos saturados de noticias, aunque reconozcamos la necesidad de mantenernos informados, de no quedarnos fuera del corrillo público, de seguir sintiendo que el acceso a la verdad puede hacernos menos permeables al engaño. A esto se le suma la sospecha de que la prensa se ha convertido, sin redención posible, en una gaceta política que alimenta el rosario ideológico de sus lectores. No es de extrañar que el excedente de información y la falta de credibilidad provoquen en el lector de prensa la búsqueda de otras vías de opinión y debate más cercanas e inmediatas (blogs, redes sociales), aunque con su amateurismo pierdan el contacto con la realidad global y corroborada que enarbola la prensa tradicional. Quizá por ello, si Mahoma no va a la montaña, sea necesario que la prensa se acerque al ciudadano allá donde éste habla, debate y escucha.
Muchos de los que en este momento leen este artículo es probable que no se sientan identificados con ese sector de la sociedad, alejado de la prensa escrita y subyugado por los cantos de sirena de Internet. Sin embargo, no por ello debe dejar de reconocer que muy pronto él mismo pasará a ser el representante de una minoría de lectores, si es que no lo es ya en este preciso instante. En 2006, la lectura de diarios digitales creció un 91%. 5,4 millones de lectores entran diariamente en las webs de los diarios, un 36,4% del total de lectores de prensa en cualquier formato. Además de esto, estudios recientes de psicología social demuestran que el lector de diarios digitales tiende a leer íntegramente las noticias, frente al lector de prensa escrita, que tan sólo las ojea, lee los titulares o se centra en la lectura de un par de noticias que cree relevantes o de interés personal. El formato breve e interactivo de las noticias en un diario digital provoca que el internauta dedique más tiempo a leer que el usuario de la versión en celulosa.
A esta característica se le suma el hecho de que el diario digital permite que el lector participe, debata y critique las noticias y opiniones. La comunicación clásica entre el periódico y sus lectores deja de ser unidireccional para convertirse en un intercambio de información. Al periódico, esta conexión con el lector le permite pulsar el sentir de la calle, los temas y puntos de vista que planean en las conversaciones cotidianas de la ciudadanía. Por su parte, el lector se siente partícipe de la opinión pública y establece un tipo de comunicación con el diario desde una inmediatez imposible de lograr en su versión impresa.
A la suma de todas estas virtudes de la prensa digital, cabe añadir una no menos desdeñable: el coste económico. Un diario digital es un servicio gratuito, que tan sólo requiere de una conexión de red. Cada vez son más los usuarios de prensa digital que encuentran más que suficiente la lectura de su diario en este formato, sin necesidad de la compra de la versión impresa. Además, el diario digital ofrece la posibilidad de acceso en múltiples dispositivos (móvil, ebook, etcétera), así como la interacción con otros servicios de posible interés para el lector.
El sector de la prensa escrita recela ante la incertidumbre que un panorama como éste genera para los miles de trabajadores que hacen posible que tengamos cada día nuestro periódico en el quiosco. Sin embargo, no hay que olvidar que la credibilidad del diario digital se alimenta de la confianza que tiene el ciudadano en la profesionalidad de la prensa escrita. Aún es difícil pensar que la digitalización del periodismo deje de necesitar del apoyo del formato en papel. Quien lee la prensa en el ordenador aún sobreentiende que este formato viene a ser una especie de complemento apoyado en el atractivo que ofrece la interactividad en la red, pero dependiente de su hermano mayor, el periódico en papel. Por otro lado, la prensa digital no es un impedimento para que la elaboración de un periódico deje de ser un negocio rentable. Es un hecho contrastado que la publicidad en el formato digital posee un potencial de negocio aún por explotar.
Aún queda camino para este relevo, pero no mucho como para no sentir ya los efectos del cambio de modelo que se avecina en la relación entre la ciudadanía y su mejor aliado, el periódico. Sea bien venida toda innovación, mientras no se resienta el papel fundamental del periodismo, ganado ya hace siglos, no sin conflictos, para ponerse al servicio del ciudadano, contra el abuso de poder y las mentiras que éste fabrica a su paso. Poco importa que esta lucidez -casi siempre inoportuna para quienes se amparan en el engaño- provenga de la pantalla de tu ordenador o la descubras al desplegar la siguiente página en tu periódico de papel, con tal de que llegue a ti, clara e impertinente, obligándote a remover el mobiliario de tus ideas.
Ramón Besonías Román
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