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Los hechos y las soluciones



Antes de seguir leyendo mi artículo o, si lo prefieren, una vez finalizado, les recomiendo leer la noticia en la que está inspirado. De esta forma podrán juzgar por ustedes mismos la naturaleza de los mismos.

Veamos pues. El PSOE extremeño propone una medida loable, que permitiría desahogar a numerosos estudiantes universitarios: aumentar de dos a tres el número de pagos de las tasas universitarias -al formalizar la matrícula, en enero y en abril- y crear un fondo que anticipe el pago de las becas del Ministerio. Hasta aquí todo parece razonable, nadie se negaría a una propuesta de este calibre. Ahora bien, la sugerencia viene sola, el qué sin el cómo. IU apoya la medida, pero la considera inviable sin tener en cuenta otros factores, como la sostenibilidad del presupuesto de la UEX. Suponemos que el Gobierno extremeño no acepta la medida ni a priori ni a posteriori, es decir, sin o con estudio posterior de viabilidad. Las razones no las sabemos. Solo tenemos una idea lanzada por la oposición, pero sin estudio de sostenibilidad económica, e IU defiende su prudencia, pero tampoco aporta soluciones paralelas. En cualquier caso, quien pierde es el ciudadano. Unos y otros echan tierra al oponente político, pero de soluciones nada. Poco importan al respetable las cuiras políticas o las propuestas lanzadas al vuelo, a sabiendas de que el adversario no las apoyará y de que así uno queda bien ante la opinión pública. 

En tiempos de crisis, toda propuesta de alivio al ciudadano debe sacarse de un presupuesto ajustado, que se gasta en función de las prioridades sociales de quien gobierna. Eso lo sabe todo aquel que tenga una economía familiar exigua. Si gasto en esto, debo quitar a aquello. Lo importante es saber elegir con sabiduría qué es lo realmente prioritario y dónde podemos permitirnos licencias.

El PSOE debiera haber aportado, junto a su propuesta, un informe de sostenibilidad presupuestaria, es decir, cómo vamos a apoyar a la Universidad sin ese montante inicial que le llega a través de los pagos de matrícula. Desde un punto de vista político, es muy fácil proponer ideas luminosas, que desacreditan a quien no las tome, pero sin decir cómo llevarlo a cabo. En principio, la actitud de IU es sensata, aunque no popular. Apela a un principio de responsabilidad, pero tampoco aporta soluciones eficaces que contenten a ambas partes, alumnos y UEX. La casa por barrer. Y del Gobierno extremeño qué decir. Oídos sordos y que las familias apenquen con el drama. 

Lo cierto es que el ciudadano está harto de que los problemas sociales siempre se resuelvan en clave de imagen interna, y no como una cuestión práctica. Nadie aporta una solución real al problema de los pagos universitarios sin recordar los pecados del vecino y sin aportar junto a su teoría mesiánica un procedimiento viable que haga factible el desahogo de los estudiantes y sus familias. En fin. Una más. Todos quieren que el otro quede mal frente a la concurrencia, sin saber que en el duelo todos perdieron y el ciudadano el primero. Me reafirmo: otro tipo de política es posible, pero esta no, por favor.

Cabe también disentir desde nuestra perspectiva de ciudadanos acerca de la información sesgada y poco argumentada que los partidos ofrecen a los medios, y la cobardía de éstos para ofrecer algo más que pinceladas basadas en frases al vuelo, hiladas con impostura por los protagonistas de la noticia. Los políticos se quejan de que los medios interpretan o buscan el titular de neón. Por su parte, los medios dicen transcribir simplemente el guión que ensayan cada día nuestros representantes públicos, a mayor gloria de su ego institucional. Y el ciudadano, en medio del fuego cruzado, es educado para asentir o despotricar, pero sin mayor criterio que su afecto apriorístico a su credo político o una indefensión aprendida que le condena al escepticismo político. Da la sensación de que ni unos y ni otros, prensa y políticos, juegan limpio cuando comunican los hechos, convencidos de que la ciudadanía entrará en su red de aforismos autocomplacientes, o peor, que la reproducción insaciable de esta dialéctica vacua acabará generando tal desazón que lograrán desgastar  la imagen pública del adversario. En este escenario los hechos poco importan, a menos que jueguen a favor de la lógica instrumental del partido de turno. 

Imaginemos una política real y directa, basada en demandas ciudadanas y soluciones políticas, nada más. Necesito poder pagar la Universidad a mis hijos. ¿Qué va a hacer usted para solucionarlo? Imaginen que el ciudadano obviara la retórica falaz que se amontona a diario en los medios, en manos de partidos interesados en mandar mensajes prediseñados. Que tan solo evaluara a sus representantes públicos bajo criterios de eficacia social, sin mediación de factores numinosos, fuerzas telúricas, liderazgos presidencialistas, credos ideológicos difusos. Imaginen que al mago se le viera el truco, la carta bajo la manga. Que incluso penalizáramos como debiera el juego sucio, la falaz narrativa, la publicidad engañosa, los malos resultados. No tenemos la política que nos merecemos, pero es bien cierto que tenemos la política que permitimos.

El bueno, el feo y el malo



En el célebre western de Leone, El bueno, el feo y el malo, tres personajes se disputan el protagonismo de cada escena. Rubio (el bueno) es el pistolero a sueldo; Ojos de Ángel (el malo), el matón pulcro; y Tuco (el feo), un fugitivo siempre vigilante por si la muerte le alcanza por la espalda. Permítanme convertir este símil fílmico en un reflejo del trasunto político extremeño, y de paso entrever las actitudes que caracterizan a Monago, Celdrán y Vara. 

A Monago le he asignado por méritos propios el papel de el bueno. Entiéndanme lo de bueno como una ironía (se sobrentiende). Monago quizá represente fuera de Extremadura una suerte de reibarrización del discurso en defensa de nuestros intereses regionales, pero desde dentro su estrategia es más bien la de aquel que intenta contentar a todos a través de su calculado rol de centrista, basculando su narrativa en función del rédito político. No es una lógica exclusiva de Monago; muchos otros neoconservadores parecen haber encontrado en el discurso sobre el fin de las ideologías la excusa perfecta para hacer de su capa un sayo a medida. Monago representa como nadie el papel impostado del buen gestor, alérgico a categorías teleológicas; anclado en la asepsia del estratega, evita que se vea el refajo de sus acciones, la mano que mece su cuna. Sabe que la desideologización a quien más hace daño es a la izquierda. Según esta teoría, el burócrata conservador solo puede ser evaluado en términos de error o eficacia, mientras que el socialista interpreta el péndulo de sus afectos entre la traición y la fidelidad a su credo. Esto afea las previsiones electorales del PSOE y atempera los daños evidentes que está provocando la gestión del ejecutivo de Rajoy sobre sus barones autonómicos. Las mata callando, ni chicha ni limonada. Monago es como la Coca-Cola, para los progres, para los neocons, para los defraudados, para los devotos... Siempre Monago.

Celdrán posee in aeternum el título de el feo. Hasta hace nada, invicto alcalde de Badajoz, jubilado con arrestos para desflorar su verbo allá donde encuentra abono a su incontinencia; amigo del chascarrillo arrabalero, desde que tengo memoria viene haciendo de su retórica soez virtud para una ciudadanía ciega, sorda y muda, que confunde maleducado con campechano. Celdrán, en estética, representa la Extremadura pre constitucional, de señoritos y riegracias, que recibe por herencia infusa el cetro y no lo abandona hasta que un ahijado digno de su magnificencia recibe la gracia de relevarle. En no pocas ocasiones el feo en política gana, travestido de amigo del pueblo, campechano y azote de rojos.

A Vara le confiere la reciente memoria popular la categoría de el malo. Hijo predilecto de Ibarra, arropado a su sombra, fue tejiendo, por tibio y conciliador, su imagen de bonachón y atemperado, que a causa de los pecados irredentos de su partido acabó tornando, por la lógica infame del rebote, su virginal postal política en reflejo de la pusilanimidad del socialismo pos Zapatero. Ya puede Vara beber agua bendita que malo es y malo queda en este spaghetti western. Y -he aquí su aciago destino- a día de hoy no hay heredero que beba su cáliz, ni voluntad para fabricarlo. La aporía de Vara no obedece tan solo a fuerzas exógenas, también y en buena medida al legado de Ibarra, quien transmitió a su pupilo un modelo de liderazgo anclado en un poder sin fisuras -pese a su pose angelical-; enrocarse y resistir, trágica hipóstasis de un general Caster embutido en sus botas hasta que la muerte falsee su aparente sentido del deber. Vara actúa como el padre benefactor de una camada huérfana y desperdigada, incapaz de regenerarse. Si Dios muere, ¿quien podrá ocupar su lugar? Mejor aferrarse a una deidad moribunda y esperar a que amaine.

Como ven, Extremadura rinde fiel tributo a esta profana trinidad. Tan alta vida espero, que a una vela ardiendo me aferro.

la mirada perpleja © 2014