Todos somos turistas



Todos somos turistas. Esto es lo que muestra el fotógrafo Martin Parr a través de su exposición Souvenir. Martin Parr, fotografía y coleccionismo, en la que retrata a cientos de turistas en diferentes partes del planeta. Todos diferentes, todos iguales, todos turistas.

A mí también me gustaría ser ese viajero que describe Paul Bowles en su famosa novela El cielo protector; atravesar el vasto mundo sin tener la certeza de regresar, dejarme llevar, perderme, mezclarme, ser de todos y ningún lugar. Pero me conformo -pobre mortal- con no dejarme arrollar por el merchandising consumista que rodea a todos los lugares que visito. Y sí, he de reconocerlo, a veces disfruto siendo un turista más, empleando su tiempo en souvenirs y tópicos variados. 

Aunque es cierto que con el paso de los años me acaba cansando la tendencia generalizada -por lo menos en la Europa más próxima- de ofrecer al turista una visión estandarizada de sus capitales. Acaba uno por dudar de si París es real, o solamente un escenario de cartón piedra, un parque de atracciones con actividades prediseñadas para tenernos contentos y adelgazar nuestras cuentas corrientes. El turismo moderno vende estereotipos, ideas preconcebidas ligadas a emociones de misterio, paz, aventuras,... Viajar no es una experiencia más dentro de nuestra vida, sino un corte excepcional, intercalado, una terapia estacional para vitaminizar el resto del año.

La agencia de viajes te ofrece el producto -así lo llaman; después de todo, lo que hacemos no es otra cosa que consumir lugares- presentado en un paquete atractivo, con horarios y visitas planificadas. No tienes que preocuparte de nada; eso te dicen. El turista occidental busca olvidarse de que es un peón más dentro de una estructura laboral mecanizada; por eso las vacaciones se venden como un paréntesis en donde olvidar la vida cotidiana y sumergirse en el sueño de un edén recreado por tiempo limitado para tus sentidos.

Viajar está sobrevalorado. Me gusta imaginar la vida antes de que todos nos convirtiéramos en burgueses. La única modalidad de viaje era abrir puertas a la imaginación, crear dentro de ti . Aquellos que no tenían el gusto de pertenecer a la clase acomodada o al club selecto del estatus heredado, viajaban casi siempre por necesidad: visitar a un familiar enfermo, hospitalizarse y demás contingencias desventuradas. Los placeres cotidianos los abastecía el entorno más cercano: bañarte en el río, bailar en las fiestas tradicionales, desahogarte en el bar o tirar piedras. 


El turismo es una de las más eficaces invenciones de la Sociedad del Bienestar. Marx, cuando soñaba su sociedad ideal, se imaginaba un país en el que los trabajadores tuvieran suficiente tiempo para solazar su estampa; el ocio es uno de los índices de medición de la riqueza, nacido a la luz de la socialdemocracia. El catecismo del déficit cero y el Estado Mínimo quizá imponga a todos una nueva cultura del ocio, quizá pasemos a ser de nuevo todos proletarios, mano de obra sin tiempo o parados, con tanto tiempo libre, que no sabremos bien en qué ocuparlo ni tendremos dinero con el que gastarlo.


Ramón Besonías Román

1 comentario:

  1. Ciertamente todos somos turistas. A esa conclusión llegué un día en que llegué a Santiago de Compostela en pleno agosto. Me vi inmerso en una riada infinita de turistas, peregrinos, multitudes que se agitaban como gusanos de luz recorriendo sus calles. Me sentí exhausto por aquel panorama. Había estado en Santiago cuando terminé el Camino en pleno mes de diciembre y recordaba un ambiente totalmente distinto. Ahora la ciudad no tenía vida propia. La vida era el turismo y los peregrinos. Los compostelanos habrían huido de la ciudad o intentarían pasar desapercibidos. Pero yo era uno más y había de pasar dos o tres días en la ciudad. Me fui a un camping en las afueras y pasé la mayor parte del tiempo leyendo allí bajo los árboles o haciendo fotos. Era la opción más barata y más atractiva para mí que me encanta ir con mi pequeña tienda de campaña.

    No sé muy bien cuál es la filosofía del turismo. Creo que me mantengo en alguna manera ajeno a ella aunque no me distinga en nada por fuera.

    Un comentarista ha escrito en mi blog que la base del viajar tal vez sea el conocimiento, por encima de la idea de misterio o aventura. Pienso que la verdadera aventura es interior y no depende de las emociones que vivamos. No hay agencia de viajes que pueda vender una aventura interior. Es una predisposición del ánimus que se tiene o no.

    A mí me atraen los viajeros británicos del primer tercio de siglo. Son mi modelo. Eran finos observadores y tenían capacidad de penetración en las sociedades que vivían. Uno de mis mitos es Gerald Brenan que vivió más de una decena de años en las Alpujarras cuando aquello era el fin del mundo. Llevó allí al selecto círculo de Bloomsbury. Muchos años después seguí su senda y me afinqué un invierno y primavera en un pueblecito de las Alpujarras y, aislado, me dediqué a leer, escribir y caminar. Y a registrar mis sueños. Hubo momentos extraordinarios pero también inquietantes. En esa mezcla entre mi mundo interior y el exterior de una aldea perdida en la que me sumergí se cifra mi idea de viajar. Moverte para estarte quieto en algún sitio. Sé que no es fácil hacer esto con una familia detrás. Más bien es imposible. Entiendo cualquier componenda que uno haga para viajar, incluso haciendo un crucero (!!!) ;-)

    En todo caso sí que quedan las caminatas que es una forma de viajar también. En ese sentido viajo todos los fines de semana. Y no me lo paso mal alejado de las muchedumbres.

    Un cordial saludo.

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