¡No tengáis miedo!


Prefacio

El artículo que van a leer a continuación fue enviado por correo electrónico al diario regional HOY hace tiempo. La sección de opinión de este diario me contestó, indicándome que sería publicado íntegramente en Tribuna el jueves 2 de febrero de 2012. La noche antes recibí un correo a cargo de la sección de opinión, informándome de que el artículo no sería publicado a causa de la decisión del director de no publicar en lo sucesivo y hasta la elección en mayo de un Secretario General en el PSOE de Badajoz. 

Siguiendo mi voluntad de transparencia, publiqué en las redes sociales la decisión del director y mis sospechas de que esta maniobra obedeciera a influencias externas por parte de la dirección regional del partido. Me resultó raro que unas horas antes de la publicación, y habida cuenta de la mala acogida que tuvo mi anterior artículo La punta del iceberg entre la dirección del partido en Extremadura, decidiera el director del periódico echarse atrás y no publicar el artículo. 

Desde el 26 de enero, día de la publicación del anterior artículo, hasta el miércoles 1 de febrero, han sido numerosas las presiones recibidas por parte de la Ejecutiva Local y algunos militantes, instándome a no seguir hablando acerca de asuntos internos del PSOE de Badajoz. El día 1 de febrero fui amenazado (Estatutos en mano) por el Secretario de Organización del partido a callarme o, por el contrario, asumir la responsabilidad de un expediente disciplinario o la inmediata expulsión del partido.

Una hora antes de la publicación de este artículo en La mirada perpleja, un empleado del diario HOY me ha comunicado, en representación del director, que prescinden de los servicios gratuitos de mi pluma. Resulta paradójico que precisamente el asunto que aborda este artículo sea la censura política.

Llevo apenas cinco meses afiliado al PSOE y en todo este tiempo he recibido un curso acelerado de política, que lejos de desmotivarme, alienta en mí la honesta convicción de que otro PSOE es posible. Sin embargo, he de ser honesto; albergo escasas esperanzas de que esta renovación venga liderada por otro estandarte que no sea aquel que con su independencia de conciencia y su honestidad esgrimen las bases militantes y los simpatizantes. Nada espero de una dirección autista, anclada en un formalismo estatutario que adormece la voz de sus afiliados con una democracia digna del peor despotismo ilustrado.

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La política interna de los partidos tradicionales siempre ha impuesto a sus militantes una disciplina férrea que establece un indisoluble divorcio entre la estrategia de partido y la libertad de expresión de la militancia. Esta disciplina no nace con la constitución de los Estados modernos; ya en la Edad Media el sistema de poder centralizado en la figura del Papa, y fundado en la ley divina, blindaba el aparato de ideas de la Iglesia, imponiendo a los feligreses la fidelidad al poder celestial. Cualquier intento de hacer pública la heterodoxia, cualquier intento de interpretación alejada de los dogmas, era sajado sin contemplaciones. Este sistema expeditivo de control sobre las ideas tuvo su espejo laicizado en países comunistas como la antigua URSS de Stalin, la China de Mao o la Cuba de Castro. Solo salían en la foto pública aquellos que se rendían a la disciplina interna.

Hoy, instalados cómodamente en un sistema democrático, garante de derechos y libertades individuales, pudiera parecer al ciudadano ingenuo que las viejas formas de control del discurso político, elaboradas sutilmente bajo cuerda, en rincones y oscuros intersticios de la vida política, han desaparecido en favor de un concepto nuevo de "partido abierto" a la ciudadanía, donde los militantes expresan libremente sus ideas y donde el partido se manifiesta con honestidad y transparencia hacia el pueblo soberano, al que debe su razón de ser. Sin embargo, el ideal de partido transparente, plural y abierto a un diálogo constante con la ciudadanía no deja de ser producto del juego interno de apariencias y maquillaje con el que el poder político cree protegerse de la intrusión y el descrédito público. Por supuesto -¡válgame Dios!-, este sistema de control político ya no condena al hereje a la tortura o la hoguera; ya no somete al disidente al ostracismo o a la retractación pública. Hoy, los métodos de regulación del discurso se han vuelto más sutiles y sofisticados, evitando en lo posible que la basura familiar salga a la luz pública. Nadie tiene porqué saber lo que se cuece dentro de palacio.

Esta disciplina de partido ha generado códigos no escritos de fidelidad, sistemas soterrados de comadreo, reglas basadas en el "hoy por ti, mañana por mí", que imponen un silencio maquillado de falsa unidad política. En teoría, la unidad de un partido debiera sostenerse a partir del diálogo plural de las bases, a partir de la construcción de un proyecto común, sometido al disenso y la confrontación de ideas. Sin embargo, lo que sucede es precisamente lo contrario. El aparato del partido se blinda contra la pluralidad, percibiéndola como un germen nocivo que desestabiliza la imagen pública del partido.

Tradicionalmente, los partidos conservadores poseen una militancia más dócil y acomodada a los dogmas del aparato, presentando con facilidad ante la opinión pública una sensación de unidad y coherencia interna que no deja de ser un mero adocenamiento. Los partidos progresistas, por el contrario, deben preocuparse por establecer un frágil equilibrio entre el discurso oficialista y la profusión de ideas que alimentan desde abajo la vida del partido. La izquierda posee una mayor tendencia a la dispersión ideológica y a la infidelidad electoral. Esta característica provoca que el aparato del partido se vea obligado a blindarse ideológicamente, por el temor a ofrecer una imagen pública de fragilidad.

El PSOE de Suresnes infundió al partido un aire fresco de renovación y rearme ideológico, y lo hizo desde la confrontación de ideas y la disensión interna. No fue fácil modernizar un partido anclado en el viejo discurso del marxismo decimonónico. Sin embargo, con el paso del tiempo y acomodado en el éxito electoral, el PSOE comenzó a construir dentro de sí un aparato autista a los problemas reales que aquejan a la ciudadanía y sordo a las demandas de diálogo interno que solicitaban las bases de militantes y simpatizantes. El socialismo francés aprendió rápido que si el partido quería recuperar la confianza y legitimidad popular de antaño, debía flexibilizar su modelo de relación con las bases, abriendo el partido a la participación. El PSOE español está tomando nota de esta estrategia y ha iniciado, especialmente en voz de Carme Chacón, un proceso de apertura y diálogo a través de los delegados que decidirán quién habrá de protagonizar el liderazgo del partido. Sin embargo, no basta con este proceso formal para que exista realmente dentro del partido una verdadera voluntad de apertura. Para ello, el viejo aparato del partido, los órganos regionales, las Ejecutivas Locales, deben tener una firme y generosa voluntad de abrir un proceso de escucha con simpatizantes y militantes.

A día de hoy, en lo que respecta a la Agrupación Local de Badajoz, este amago de apertura no se ha dado. Ante el autismo y el blindaje organizativo del aparato, han tenido que ser las bases las que se movilicen y abran un proceso de debate y toma de decisiones dentro del partido. Pero esta situación no se debe tan solo a que el Congreso Federal haya congelado la vida política de la Agrupación. Antes de iniciarse este proceso, ya existían serias carencias de comunicación dentro del partido, que alimentaban un modelo verticalista de toma de decisiones. El militante era un mero número pasivo dentro del partido, participando en las asambleas como un robot votante, a expensas de la agenda impuesta por la Ejecutiva Local.

Mucho antes de la debacle electoral del 20N, numerosos militantes y simpatizantes del PSOE decidieron iniciar una especie de primavera política dentro del partido, abriendo a todos, en igualdad de condiciones, puertas y ventanas a un proceso de diálogo, sin censuras ni más presupuesto que el futuro. Este proceso rompe con la vieja forma de hacer política, en la que el aparato acapara la toma de decisiones y convierte al militante en un títere. El que escribe se suma a la regla popperiana según la cual una sociedad es mejor cuanto más abierta es, cuanto más permeables sean los poderes fácticos a la falsabilidad interna, sometiéndose con transparencia al debate público.

Hace unos días, en Badajoz, Chacón reclamó alto y claro a simpatizantes y militantes: ¡No tengáis miedo! Hablad con seguridad y transparencia, exigid al partido un cambio sustancial que permita que sean realmente las bases quienes construyan un proyecto de futuro. Limpiad la casa de trepas, de aquellos que viven de las rentas del pasado y solo dan el callo cuando salen en el fotocol. Así sea.

Ramón Besonías Román

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