Sondeo flash



Publicado en el diario Hoy, 4 de julio de 2011

Se infravaloran las cualidades cuánticas del uso de la estadística en política. Una vez lanzadas al vuelo mediático, tienen vida propia. A los políticos y periodistas les encanta sacar de vez en cuando alguna que otra muestra de opinión, a la espera de que esta no solo sea creída por la ciudadanía como fiel reflejo del sentir popular, sino que también mueva al electorado hacia una u otra empatía. Sin embargo, para nuestra suerte, la estadística es una de las seudociencias más inexactas del mundo contemporáneo, ya que requiere del arbitrio necesario de la subjetividad. Aún así, la política sigue haciendo uso de ella como si de un catecismo se tratase, esperando que el ciudadano venere al santo de su relicario.

Un sondeo flash es un muestreo instantáneo, que se realiza acerca de un hecho o cuestión que ha tenido lugar pocas horas atrás. Se toma una pequeña muestra de ciudadanos y se les llama por teléfono para que den su opinión acerca de un determinado asunto. Imaginen que tengo una población de unos 100.000 habitantes y hago la encuesta a solo 10 ciudadanos. Hasta el alumno menos atento puede deducir que se trata de un muestreo insuficiente. Sin embargo, presento mi estudio ante la opinión pública como un síntoma de la situación política actual. Esto es lo que ha sucedido recientemente con el sondeo realizado por Metroscopia -encargado por un diario nacional- a 508 ciudadanos españoles. Si en 2010 éramos unos 47 millones de almas, hagan ustedes sus cuentas y valoren por sí mismos la fiabilidad de este tipo de encuestas relámpago.

Pero la cuestionabilidad de estas estadísticas no se reduce tan solo a la proporción del muestreo, sino que afecta de manera directa al mismo contenido de la encuesta. Se pide a los ciudadanos que valoren quién de los dos oponentes políticos, Rajoy o Zapatero, ganaron el Debate sobre el Estado de la Nación. Esto implica directamente plantearse al menos dos dudas razonables: una, la indeterminación o vaguedad semántica del concepto ganar en el contexto de un debate que tiene una duración de unas 10 horas; y dos, la imposibilidad de determinar si los ciudadanos entrevistados emiten su valoración sin mentir acerca de si escucharon o no todo o parte del debate, o si, por el contrario, se atienen exclusivamente a lo que leyeron en la prensa o escucharon en la radio o la televisión a la hora de emitir su juicio. La inconsistencia de este tipo de sondeos flash es aplastante. Pero esto no le importa ni a periodistas ni a políticos, ya que confían en que el poder de seducción de una encuesta no se basa en su fiabilidad, sino simplemente en su flamante publicación y su posterior viralidad mediática. La verdad no importa, solo el impacto, los efectos que sobre el ciudadano pueda generar la presentación de estos datos. La estadística política es un máquina de futuribles.

Titulares: Rajoy (31%) resultó más convincente que Zapatero (26%). Suponemos que al 43% restante le importa un comino la encuesta, considera imponderable una valoración de esta naturaleza o vete tú a saber; aún así, ese excedente tan considerable es excluido de los comentarios públicos.
Y, por supuesto, quedan también fuera de la encuesta las opiniones de la ciudadanía acerca de las aportaciones de otras fuerzas parlamentarias; lo que interesa es presentar la vida política como un clásico Madrid-Barça. Solo se destacan aquellos elementos que ofrecen carne magra con la que cocinar. Esta argucia es utilizada sin pudor en el mundo publicitario; solo se destaca del producto aquellas virtudes que pueden atraer la atención del potencial consumidor, incluso se exageran para provocar emociones y despuntar de la competencia. Sin embargo, los ciudadanos estamos acostumbrados a percibir la publicidad como una ficción placentera, pero no sucede lo mismo con las estadísticas políticas, que poseen un poderoso efecto de intensificación de la opinión. Quien lea que Rajoy fue más convincente que Zapatero y se muestre más inclinado a creer a priori que el PP es mejor opción política que el PSOE, no necesitará leer más; con el titular le bastará. De poco sirve que le ofrezcas argumentos que desacrediten la objetividad de este tipo de encuestas, que le hagas ver que la diferencia de porcentaje no es muy significativa o que muchos ciudadanos no se inclinaron por ningún extremo de la balanza. El sondeo opera de detonante contestatario, de refuerzo del catálogo de sus opiniones. Basta con que una encuesta corrobore que la cerveza es buena para la salud, para que el usuario habitual de este producto sonría entusiasmado al comprobar cómo la ciencia se pone de su lado.

Ramón Besonías Román

No hay comentarios:

Publicar un comentario

la mirada perpleja © 2014