¡Nos han jodío!


No siempre, es cierto. Hay excepciones. Pero cuando el miedo nubla el intelecto, de poco sirven la corrección social y las buenas razones. En tiempos de crisis, excesos y mitologías varias toman asiento en la platea popular, oficiando de placebo digestivo a nuestros dramas cotidianos. Lo infundado gana peso frente al sentido común, avivado por la voz deslenguada e irracional del ágora, bajo cuyo anonimato creemos anestesiar el aciago peso de la realidad sobre nuestras biografías. Entonces el otro -extranjero casi siempre- deviene en impune enemigo de nuestra bolsa y pedimos a dioses ciegos y sordos que nos regalen la parte de justicia que les sobra. El miedo fabrica sus propios enemigos, chivos sobre los que expiar nuestra desgracia y dar sentido al despropósito. La razón, ante tal afrenta, no tiene mecenas que la defienda y pronto se instala en nosotros un odio sin mesura, obstinado y mezquino, que vomita su rabia contra todo aquel al que creemos desmerecer la suerte que a nosotros se nos niega. Al calor del bienestar, todos somos leales amigos de lo humano. Desprotegidos de sus dones, supuramos la incertidumbre disparando sin piedad sobre lo ajeno:

«Inmigrantes, gitanos y maleantes le quitan la plaza del colegio a nuestros hijos, tienen preferencia en los trabajos, descansan en viviendas tiradas de precio, viven de
papá Estado, mientras nosotros, honrados ciudadanos, españoles de sangre, a duras penas arañamos la sopa del caldero. Los chinos nos invaden, robando cliente y caja al autónomo; ningún inspector vigila sus horarios ni sus licencias, mientras el sufrido español aguanta, paga y calla. Los políticos y todas las moscas que planean su perímetro son sanguijuelas, ladrones sin guante ni vergüenza. Ni uno se salva. Los profesores no enseñan, los médicos no curan, los jueces dejan libre al que mata y sentencian al inocente, el empresario acumula y sangra, los sindicatos viven del cuento y de los funcionarios ni hablo, porque me enciendo. Dos trabajando, cien mirando. Sobran vagos y falta gente honrada, temerosa de Dios y de las leyes.
Un Franco con veinticinco años que viniera...

Ya, ya lo sé, me he pasado. Ya sé que en frío todo el mundo es bueno, o lo intenta. El español no es racista ni intolerante. Lo que sucede es que somos mediterráneos y ya se sabe. Se le calientan a uno los ánimos y no se acuerda ni de su madre. Mejor eso que no tener alma. Que uno raja de Dios y de la Virgen cuando está caldeado, pero después ni me acuerdo. Costalero, penitente, del Madrid y pa' servirle a usté en lo que tercie. ¡Nos han jodío!
»

Ramón Besonías Román

6 comentarios:

  1. Ay, señor, que me han cambiado a mi Ramón y éste viene beligerante, templado de franquisms, que no de franquicias, y poniendo las tildes en las consonantes incluso. Pues bueno, aquí queda el desquite, el desahogo, el lo que sea multiplicado por cinco, y si se ha quedado usted bien, por bien está, y si no, si le hierve la sangre todavía, porque tiene que ser un asunto de sangre hervida, ándale y ponga otro post de esta guisa, verá como el blog se le llena de adeptos y de los otros. Y todos felices. En frío, todo se ve de otro color. O el problema es el abuso de colores. No sabe uno ya qué pensar. Los maestros, algunos, no enseñan. Los médicos, algunos, no curan. Los camareros, a veces, ponen Fanta cuando pides Mirinda. Buenas nohces, amigo. Descanse. Ya nos vemos, leemos.

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  2. No, amigo Emilio, es sólo una parodia, extraida sin embargo de personajes reales. Mis afecciones van por otros lares. No tome usted mis letras como lastre de mis desquites con la vida. Es una reflexión acerca de los excesos que produce la crisis.

    Buen día, Emilio.

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  3. si, too el mundo es weno, mientras todo sea como yo quiero que sea, pero si me tocan un pelo, rajo como el que más. No hay límites para lanzar sandeces al aire..a quien más mejor.
    Esto también es una parodia :). Te robo la frase de Brecht, Ramón.

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  4. Cuando pensamos en la extrema derecha que se adueñó de Europa en los años veinte y treinta, no nos damos cuenta de que sus razones son profundas y entroncan con los malestares de los seres humanos a los que no dan salida los partidos tradicionales. Es fácil no ser crítico con la inmigración cuando se vive lejos de ella (pienso en los gitanos rumanos), pero yo me doy cuenta de que no les querría como vecinos. El Islam es una religión más, pero allá donde está crea problemas con todas las culturas. Aspira a dominar, a imponer, a extenderse. Los chinos compran todos los negocios con dinero contante y sonante y se apoderan de los comercios, de los bares... Hay quien dice que en pocos años serán los amos del mundo.

    ¿Es esto parodia? ¿Quién habla de esto? La extrema derecha, que señala al Islam (véase Holanda) como totalitario y fascista empezando por el Corán. El ciudadano de a pie se siente desbordado en medio de la crisis. No sabe distinguir causar reales o imaginarias. Yo tampoco. Y en ese terreno la extrema derecha va a crecer en cuanto pierda los complejos. Oriana Fallaci habló de Eurabia, el destino de Europa siguiendo los pasos que están teniendo lugar en cuanto a la creciente influencia del Islam. La izquierda habla de multiculturalidad, de tolerancia, de solidaridad pero su discurso está acabado en buena medida. Estamos ante una mutación profunda de nuestra sociedad y nos esperan años que nos pondrán a prueba. Una buena ocasión para releer El miedo a la libertad de Erich Fromm. No tengo ninguna tesis ni ninguna solución. También formulo inquietudes y preguntas.

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  5. Gracias, Joselu, tu reflexión. Y gracias por personalizar tus inquietudes.

    Mi enfoque va más en la línea de Fromm, en los factores psicológicos que hacen posible que rebroten en nosotros actitudes xenófobas o meramente intolerantes.

    En mi vida cotidiana, sin embargo, he podido observar que muchos ciudadanos formulan tesis raciastas como mera terapia. Después, en sus vidas son ciudadanos a los que nos se les ocurriría discriminar o hacer sentir mal a otro ser humano.

    La pregunta está en qué podríamos llegar a estar dispuestos a hacer o apoyar incitados por un contexto social que propicie la intolerancia. Mucha gente no mataría una mosca, pero si el grupo le apoya quizá se convertiría en experto azote de insectos.

    Sólo tengo una solución, pero es lenta y voluntaria: propiciar espacios de reflexión que potencien el sentido común y la paciencia. Sin embargo, en mi caso es fácil pedir; soy funcionario, no vivo mal. Decía Chateaubriand que no es lo mismo ver un paisaje siendo noble que labriego. La perspectiva cambia la tesis.

    Un saludo y más veces, Joselu.

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  6. Este discurso podría ser de un porteño despotricando en un bar de Palermo porque los bolitas nos sacan el trabajo y los chinos nos inundan de supermercados y ni siquiera se toman el trabajo de aprender el idioma.
    Y después nos ves moqueando porque en la tele sacan un informe sobre las condiciones infrahumana de trabajo de los talleres de costura clandestinos donde trabajan las chicas que vienen de Bolivia.

    Somos pura espuma.

    Yo no sé si es la crisis (acá, en Argentina, vivimos de crisis en crisis. Ya estamos acostumbrados), algo de nacionalismo mal entendido, un poco de xenofobia o parte de un folcklore arraigadísimo. Rezongamos por el solo hecho de rezongar. Casi por deporte.

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