Gravity: Bullock debe morir




La excusa emocional, las motivaciones vitales de su protagonista (una Bullock simulando ser actriz) se reducen al recurrente tema del proceso de duelo de una madre. El director se esfuerza por equilibrar por un lado la metáfora de la gravitación y la colisión contra la basura espacial y por otro la evolución emocional del personaje. El resultado: quisiéramos que Bullock nunca regrese a la Tierra, que permanezca en esa placenta insonora. Poco importa si al hacerlo pervertimos las reglas bíblicas del guión hollywoodiense. Bullock debe morir para que el espectador continúe disfrutando. Solo entonces Gravity hubiera superado la complaciente convención narrativa del psicoanálisis (happy end incluído), para situarse en la órbita metafísica que en ocasiones parece querer alcanzar (solo por su media hora inicial merece la pena pagar la entrada), pero que -no sé si por falta de ambición, miedo o presiones de producción- al final decide obviar, brindándonos una coda no exenta de belleza, pero mediocre al fin y al cabo. (De su final en plan ¡Lázaro, levántate y camina! ni hablamos.)

El verdadero personaje de Gravity es el espacio; o, para ser más justos, el vacío y su infinito. Redoblemos la exégesis: la muerte, ese es el tema, la pulsión de muerte, representada de manera magistral a través de esa paz que encontramos al descubrirnos parte insignificante del universo, cigotos de nuevo, incapaces de desprendernos del cordón umbilical que nos liga al resto de la materia. La contemplación desde la óptica de la eternidad (Spinoza dixit), cuya fuerza lejos de hacernos gravitar, nos atrae a través de su oscura grandeza. Deseo y muerte se tocan la yema de los dedos.

La metáfora del duelo convierte el potencial hermenéutico de este thanatos espacial en mero macguffin, escenario y detonante del viraje de su protagonista. Sin embargo, pese a la corrección narrativa de Cuarón, el espectador (por lo menos este que escribe) salió de la sala fascinado -síndrome de Stendhal multiplicado por infinito- por la puesta en escena, la maestría estética de las coreografías espaciales y del equipo de sonido (¿o hemos de decir equipo de silencios?; mejor), quienes consiguen que deseemos estar allí. ¡Qué digo desear!: estamos allí, nuestra butaca hace las veces de improvisada nave, sobre la que contemplamos la Tierra, bella, irreconocible, perdonable. No en vano el cristianismo imagina a su Dios habitando el cielo estrellado; no en un Olimpo a modo de suite de lujo, no. En la insondable presencia de lo infinito. En tierra tenemos una referencia, un pie de nos dé seguridad; allí arriba no. Cuerpo y alma vuelven al feto primigenio. Ningún bebé desea pasar a formar parte de la vida terrestre; quizá por ello nuestro primer gesto es llorar. Respuesta natural de aquel que es despojado de su confortable placenta.

Resignémonos, admitamos que Cuarón no es Tarkovsky, tampoco Kubrick. Pero pudo llegar a serlo, lo rozó. Quizá algunos crean, fascinados por la belleza de las imágenes, estar ante una especie de nueva odisea del espacio. Efectos de la gravitación. Gravity modula forma y contenido a mayor gloria de la taquilla, sin riesgos. Su propuesta estética acaba siendo fagocitada por un discurso que deja al espectador satisfecho de haber entendido las motivaciones de su personaje y a salvo. Tras la odisea, regresamos a la plácida seguridad de sentirnos por fin pisando tierra firme. Eso sí, quien escribe está aún levitando, junto a Clooney, cautivo del infinito, gozando. No me bajen, por favor.

4 comentarios:

  1. Joder que rollo , aburre hasta la inmenidd del espacio

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  2. Señor, ha perdido usted una oportunidad única de transcender sus propios prejuicios. Usted da por hecho que al cine se va con una mochila cargada de expectativas, como en su caso. Si el señor Cuarón hubiera querido hacer 2001, creo yo, todos lo hubiéramos notado. El hecho de no estar conforme con el director porque la película no fue "lo que usted esperaba de ella" denota su predeterminación por un encorsetamiento artístico. Si cree que la película debería haberse realizado de otro modo, no lo dude: haga su propio film. Tal vez así verá que lo que usted llama "aciertos" y "errores", basados en un determinismo artístico digno del peor crítico, es una fina línea que solo el creador puede confundir. Lamento que sea usted uno de los pocos que esperaba encontrarse en el cine con una película hecha a su medida.

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  3. No era mi intención, señor anónimo, exigir a Cuarón una película a mi medida. Mi reflexión es a posteriori, y si observa con detenimiento mi texto, verá mucha admiración y goce por la forma como filma el espacio, la sensación de ingravidez y belleza que destilan sus imágenes. Donde no acabo de estar muy satisfecho es con la historia. Nada más. Cierto que Cuarón no es Kubrick; ni debiera. Cuarón ha hecho una película bella, pero ligada en su narrativa a las reglas que marcan la producción hollywoodiense. ¿Es esto suficiente como para no disfrutar de su propuesta? En absoluto, pero hay que decirlo. Gracias por pasar por mi blog. Un placer.

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  4. Perdí a mi hijo el 19 de diciembre de 2012. Así que agradecí mucho que esa madre pisara tierra al final de la historia.Tal y como me he visto obligada a hacer yo. La muerte no es algo que le ocurre solo a los demás, por desgracia. Los que sobrevivimos tenemos que aprender de nuevo a caminar, tal y como lo hace la protagonista.

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