Quizá sea por defecto de fábrica, mutación o patología congénita. Vete a saber. Pero desde el mismo momento en que alguien se convierte en político, es un hecho comprobable que pierde ipso facto su capacidad e ingenio para la improvisación (si es que algún día estuvo dotado para ella). Esta facultad humana que nos hace parecer naturales y honestos queda eliminada de su cadena desoxirribonucleica. Tan acostumbrados están a leer el texto marcado, que fuera de plano se muestran torpes, su verbo suena a impostado. Y eso que la política es la más perfecta de las artes escénicas, ya que su puesta en escena busca no solo provocar emociones en el espectador, sino también mover voluntades y reformar mobiliarios. Toda dramaturgia se fundamenta en una regla básica: la verosimilitud. A priori, el espectador acepta complaciente (que no complacido) la pose actoral. A partir de ahí, queda a expensas de la maestría del intérprete hacernos olvidar que el atrezzo es de cartón y que la voz fue templada para la ocasión.
Aún así, pese a la pésima ejecución de la troupe, seamos sinceros, la ciudadanía asistimos expectantes a su teatro con silla numerada. Perplejos, pero dóciles espectadores de su tragedia bufa. Perros ladradores sin dientes, no pasamos de la verja. Ancha es Castilla para quien libre la goza, sin más frontera que aquella que la voluntad le obliga. No solo el actor vive para quien escucha su diálogo; también el entregado público, cautivo de la trama, olvida (incluso cuando acabó la obra) que todo es y fue eso, ficción. Y por mucho que al decorado se le vea la enagua, salvaguarda con celo su butaca. De la misma hacienda es la oveja que el pastor que la guarda. El viento se llevará consigo el eco ahogado de quien perplejo asiste al teatro del mundo.
Queda, sin embargo, una esperanza, la peor afrenta que sueña padecer cualquier actor: la indiferencia. No comprar entrada. Dejar que la escena aguante un aforo vacío. Pero qué espectador le haría ascos a un espectáculo...
En fin, el espectáculo lamentable de la política … ofrece escaso interés real que no sea morboso como todo lo que estamos viendo en los últimos días en que sentimos al poder totalmente perplejo y aturdido … y a la oposición impotente y entregada ante lo que es una lucha dentro del seno del mismo poder. Los canales de televisión no dejan de ofrecer y repetir bucles de imágenes de los miembros del PP a lo largo de los últimos años en un espectáculo del poder que tiene un pedigrí que no posee el socialismo que siempre será un advenedizo. Los espectadores asistimos noqueados sin saber muy bien qué sentir porque sabemos que tarde o temprano esto terminará en agua de borrajas sin responsabilidades como es propio del poder … Decir que lo veo con interés sería mentir, más bien con una sensación de vacío y de desolación porque sé que es pura fanfarria y apariencia y que no terminará pasando nada.
ResponderEliminarLa izquierda asiste impotente al show de Truman y no sabe por dónde le da el aire.
Muy triste todo lo que cuentas. Aparte de la crisis y de la demolición del sistema de igualdad y todo eso con lo que almorzamos a diario, a mí lo que me da pena es la teatralidad del asunto. Actúan más que trabajan. Hacen un papel. Representan un rol. Les importa una mierda la trama y la bondad de la obra. Lo que a veces pienso es que están ahí por la pasta. Como cualquiera en su trabajo, quizá. Pero en política, en la administración de la cosa pública, en la gestión del bienestar ajeno, debería haber una mirada más alta, una perspectiva más honda. Coño, parezco el Rey en nochebuena. Un abrazo, amigo. Buena (triste) entrada.
ResponderEliminar