Fin de año



La botella medio vacía, el tiempo pasado siempre mejor, la tostada que cae del lado de la mantequilla. 

El año no se va del todo, deja la estela aciaga de sus ruinas, un sabor a ceniza reciente, a quizá pueda ser peor. 

Nunca fuimos tan infelices. Nadie apuesta por el don de la gracia, a menos que venga desnuda y sin promesas. Nadie cree ya en el milagro de aquello que aún no es pero podría. 

Tiempo propicio para aliviar nuestro miedo con el placebo que pese a su escasez, refresca mientras fue. 

Malos tiempos para la lírica, para soñar despierto, para reclamar lo obvio, para recuperar el aliento perdido en la carrera, y proseguir. 

El alma se aferra al postor que sonríe, vende su primogenitura por unas lentejas, su reino por un caballo. No espera del horizonte más futuro que la línea que lo atraviesa. Y es feliz, a su manera. 

Apostar bajo y ganar seguro. No gritar, asentir, esperar lo que nunca fue nuestro. Vivir, a secas, como la hierba que crece, dócil al batir de los días. 

Quizá antes de ser humanos fuimos solo eso, un eco silente, el crujir de dientes, despedazando el tiempo, sin añorar más futuro que seguir latiendo. Quizá sea mejor así, no esperar más sol que el siguiente, más oro que el que brilla, más olla que la que humea, más promesa que la cumplida. 

Y morir, sin saber que vivir estuviera a la vuelta de la esquina.

4 comentarios:

  1. Me salió, sin querelo (o sí), un rap triste.

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  2. Casi se queda uno sin palabras tras leer tu texto, pero me cabe hacerle una objeción y es que soy consciente de que tanto tú como yo, de momento estamos en el lado bueno de la tostada, en el vaso medio lleno, no porque nuestra vida no haya sido afectada por lo que está pasando, pero no demasiado. Veo en mi experiencia profesional muchachos que viven verdaderos laberintos de dificultad, a veces difícilmente soportables, y parecen reaccionar con un vitalismo distinto al que refleja este texto que se acerca al sufrimiento pero sin ser parte de él, como si se mirara a distancia. No deja de ser una mirada aristocrática respecto al dolor, un tanto estetizante, que no me recuerda el que yo veo con alguna frecuencia.

    Disculpa mi intervención, Ramón, no quería molestar, pero he pensado en escribir con el vientre al aire, sin considerar los pros ni los contras.

    Así me gustaría que me lo dijeran a mí.

    Un abrazo muy cálido.

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  3. Cierto, amigo Joselu, cierto. No se puede engañar a la mirada, somos sus esclavos, pese al adorno. Tú y yo somos pequeño burgueses (clase media, que se dice ahora); tenemos a un palmo la experiencia dura de nuestros padres, pero no la vivimos. Miramos sin indolencia, pero no de primera mano la pobreza (real) ajena, pero no la padecemos (por fortuna y mucho tiempo). Nuestro sino es comprenderla, empatizar con las desgracias, com-padecerlas.

    Aún así, mi rap lírico contiene más cargas de profundidad. Mi intención no era idealizar, sino corroborar a modo de lamento las actitudes inquietantes con las que amenaza la pobreza del que ayer fuera rico, la clase media venida a menos... Ya en alguna otra ocasión hemos dejado caer tú y yo esa profecia cumplida. El rebrote de nuevos integrismos, el elogio a la autoridad malentendida, el miedo al diferente,...

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