Esperando su turno



No va a haber ningún gran pacto nacional; lo saben ellos y lo sabemos nosotros. Lanzar un cabo contra una pared es inútil, un gesto de oportunismo político. Rajoy posee mayoría absoluta y seguirá adelante con su plan agresivo de recortes. No sabe cómo crear empleo, pero sí tiene claro cómo ahorrar dinero público: a costa de las clases sociales más bajas. Un pacto político en materia económica es una entelequia, un placebo del que ya sabemos los efectos. Rubalcaba insulta la inteligencia de su militancia y de su electorado. Si Rajoy improvisa, Rubalcaba no se queda atrás. La estrategia política de Rubalcaba se revela ante la opinión pública como una constante indeterminación. Al mismo tiempo que alaba las excelencias de una política social de izquierda, se arrima al Ejecutivo, apelando a la responsabilidad. Nadie, ni la militancia ni la ciudadanía, sabe realmente a qué juega. Y esta oscilante alternancia de discursos marea y despista, generando la impresión de que en realidad el PSOE no ha cambiado, ni en forma ni en materia, su narrativa ideológica. No en vano las encuestas se mantienen casi invariables desde la debacle electoral. 

Da la sensación de que Rubalcaba recurriera con indolencia a la misma estrategia que orquestara en su día Rajoy de cara a las últimas Primarias: dejar que el enfermo muera por sí solo, como consecuencia de su propio desgaste político. Esto implica permanecer inmóvil, no agitar más de lo necesario la olla mediática y esperar, simplemente esperar. Por supuesto, dejar de vez en cuando un titular en los medios que contente al ciudadano incauto, exaltando el ardor socialista, pero poco más. Rubalcaba no hace oposición, simplemente espera su turno.

Esto no significa que no existan dentro del partido numerosos militantes -como el que escribe- que estén insatisfechos con la gestión de nuestro actual Secretario General y que sueñen con un proyecto socialista que represente realmente una alternativa al tsunami conservador. No son pocos los que esperaban de Rubalcaba una oposición más clara y contundente, dejando claro ante la ciudadanía en qué consiste una política económica de izquierda en tiempos de crisis. Por el contrario, Rubalcaba ni siquiera cuando debiera ser expeditivo -como es el caso de la reciente comparecencia de Rajoy, detallando nuevos recortes- se presta a hacer una oposición que le ofrezca credibilidad de cara a su futura candidatura. Pero no nos engañemos, su tibieza es estratégica. Apoya al Ejecutivo ante  Europa para que no le sea reprochado de cara a las Elecciones, pero a estas alturas ya debiera haberse desmarcado con rotundidad de la actual gestión de Rajoy y realizar una oposición explícita, que demostrara a su potencial electorado -cada día más perplejo- que el PSOE ha cambiado y está dispuesto a realizar políticas de izquierda en unos tiempos en los que la lógica imperante no es otra que un agresivo remake del neoliberalismo thatcheriano.

La izquierda brilla por su ausencia, a la espera de sacar tajada de la metástasis política de Rajoy. La militancia se siente estafada; no observa cambios sustanciales que le indiquen que estamos virando nuestro rumbo. Las promesas de rearme ideológico, reestructuración interna y recuperación de la confianza, dentro y fuera del PSOE, están perdiendo gas, sustituidas por una cobardía inquietante que se conforma con vivir de las rentas ajenas. Este fenómeno no se observa tan solo a escala nacional; también opera de manera más explícita en la vida interna del partido a niveles regional, provincial y local, en donde el militante sigue siendo tomado como una figura representativa, a la espera de las órdenes de palacio. 

El socialismo español no va a tener muchas más oportunidades para recuperar la confianza en un proyecto de futuro. La crisis provocará de seguro movimientos migratorios dentro del mapa ideológico que en unas décadas pueden afectar seriamente al PSOE. Si los órganos de dirección no son sensibles a estos cambios, serán los militantes quienes acaben exigiendo, dentro o fuera del PSOE, un viraje verdadero hacia la izquierda.

Ramón Besonías Román

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