La cercanía del verano obliga a rendirse a la evidencia. Durante el resto del año, el ropaje ocultaba los excesos, pero el calor llama a evacuar tejido y dejar al aire la carne blanca, flácida y descuidada por su ingrato inquilino.
El probador es un eficaz confesionario, en donde oficias de pecador y a la vez de sacerdote. El espejo te devuelve la réplica actualizada de sus hechuras, instándote a hacer registro de las infracciones cometidas en propio campo. Al principio, casi ni te atreves a mirar, evitas los reproches del espejo; pero sabes que debes al menos una vez al año pasar por esta profana inquisición y delatar tu falta de voluntad ante el más severo fiscal: tú mismo.
Mañana en la piscina meteré barriga, beberé cerveza y extenderé mi estampa a la sombra de un árbol. Olvidaré que ayer, frente al espejo del probador, un clon insolente devolvía hacia mí la imagen insólita de mi cuerpo, mientras intentaba sin suerte embutirme en una talla imposible.
Ramón Besonías Román
Nunca me preocupó la estampa externa. Ni siquiera cuando debía preocuparme. La salud, en fin, es otro asunto. La falta de estampa evidencia las más de las veces desarreglos internos (colesterol, triglicéridos y otras bestias del submundo). El verano, al menos el mío, promete libros, discos, cine y birra a tutiplén. Eso es. Un abrazo grande. Grande de verdad, amigo.
ResponderEliminarCuando viajo solo (y es lo que voy a hacer este verano) no me preocupa mi falta de estilo o apariencia acorde con los cánones establecidos. Me he dado cuenta de que cuerpos perfectos hay muy pocos y que los que lo son no son especialmente atractivos. Existe el sex appeal de la imperfección. La perfección no existe excepto en las fotos retocadas de las modelos. Que cada uno exhiba sus jodidos michelines como mejor le acontezca. Me apunto a la birra de Emilio.
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