Tríptico de la comunicación política



Regla número uno: 

Si puede evitar dar malas noticias, hágalo. Recurra a cualquier medio a su haber con el fin de evitar introducir en sus declaraciones cualquier elemento que pueda generar disturbios en el auditorio. Es preferible no dar malas noticias a presentarlas sin su correspondiente adorno y contención. 

Enumere las lindezas de su programa político, decore de la suficiente pirotecnia semántica el grueso de su discurso. Y, lo más importante: no se deje llevar por accesos de honestidad cuando deba dar malas noticias. Le odiarán. No es necesario que mienta, simplemente no diga la verdad.

Regla número dos:

Cuando tenga usted que dar más de una noticia y una de ellas sea mala, comience por la buena. Por lo menos, la sopa caliente ya entró en el cuerpo de la víctima. Nunca lo haga al revés. La primera noticia posee una mayor pregnancia en la psique; al recibir la mala noticia, el sujeto se consolará pensando que por lo menos su suerte queda compensada. Obedeciendo a la sencilla ley de la contigüidad, tendemos a resarcirnos con las buenas noticias adyacentes.

Engalane de sustratos hiperbólicos las buenas noticias. Deje claro a su interlocutor que el único causante del grato acontecimiento se debe a su sobrado ingenio y su demostrada competencia. Y, no lo olvide, agradezca a su aforo la confianza que han depositado en usted. Es de bien nacido ser agradecido, y de esta forma consolidará en la ciudadanía la confianza que le deben.

Recuerde: no existen las malas noticias en política. Cuando dé una supuesta mala noticia, no comience con el grueso de la argumentación. Realice un hábil circunloquio, detallando la complejidad de la coyuntura en la que se insertan los hechos de los que debe informar. Pero no empiece nunca desahogándose. Debe contenerse. Recuerde que es usted un servidor público.

Si se ve obligado o no encuentra ningún atajo con el que salir airoso de la situación, no dude en desacreditar a la competencia. Haga comprender a su público que la causa de estos males se remontan a tiempos pretéritos y que su actual administración tan solo achica el socavón que heredó del anterior Ejecutivo. Recuerde: cuando hable de la oposición, nunca sonría. Demuestre su sentido de Estado con gesto severo.

Regla número tres:

Cuando tenga usted que dar una o varias noticias y todas ellas sean malas, recurra a la retórica, especialmente a eufemismos hábilmente colocados dentro de la frase. No le queda más remedio. Cuando la realidad nos supera, solo queda recurrir a la ficción como salvavidas. En su fuero interno debe recordarse a sí mismo: no existen malas noticias, solo comunicadores incompetentes.

Es de vital importancia que sustituya aquellos sustantivos que pudieran comprometerle por otros de mayor corrección y sensibilidad. Tómese su tiempo en elegirlos. Este estadio de la comunicación política es realmente delicado y requiere de un tacto sutil. Aquí es donde se comprueba la diferencia entre un mal comunicador y un auténtico creador de esperanzas.

Ramón Besonías Román

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