Re-flexión



El pueblo ha hablado. Eso es lo que importa, ¿no? Pues analicemos lo que ha dicho la ciudadanía, el código entre líneas que se puede adivinar más allá de la frialdad de los datos y la profusa variedad de opiniones que éstos generan. Evitemos en la medida de lo posible tirar el ascua a nuestra lumbre, seamos leales a la verdad. Mejor nos irá.

Si algo reflejan estos últimos comicios es el mensaje a voces que la ciudadanía lanza a la clase política. En Andalucía, un 12% más de abstención con respecto al 2011 y un aviso a navegantes para el Ejecutivo -se acabó el sueño dogmático de una feliz mayoría absoluta- revelan que el soberano no está dispuesto a dejarse engañar por una mera pirotecnia política; quiere hechos, resultados, eficacia. Está en juego el pan, nada menos que el futuro de varias generaciones. En 100 días, el PP ha perdido un 1,55% de los votos que tuvo en 2008; solo en 100 días. Si sigue esta racha, en dos años perdería más de un 11% de su potencial electorado; y eso evitando el presagio de un incremento exponencial. No es extraño que, calculadora en mano, sea Izquierda Unida quien haya salido ganando en este fuego cruzado. Hasta UPyD está frotándose las manos.

Por lo que respecta al PSOE, su aparente éxito se ha producido de rebote, por efectos colaterales de la reforma laboral. No hay signos que alienten la tesis de que su repunte se deba a otra razón que la ineptitud de los conservadores. Nadie puede pensar, sin caer en necia ingenuidad o autocomplacencia, que el señor Griñán haya logrado en poco menos de dos meses reilusionar a su electorado. ¡Por favor!, no indulten la inteligencia de la ciudadanía. El PSOE va a tener que hacer algo más que un Congreso exprés y una llamada a la resistencia sindical para recuperar el afecto de la izquierda. 

Estos comicios han supuesto un síntoma explícito del bioritmo político que late en la calle, más allá de Andalucía y Asturias; que no es otro que un profundo malestar y desconfianza en la autoridad y la capacidad de nuestros políticos para tomar las riendas del país, sin lesionar los derechos básicos que nos pertenecen. Está en la Constitución, no me los invento; acérquense y lean.

El perfil del votante medio está cada vez menos ideologizado y tendente a la desafección democrática. La crisis financiera ha puesto entre paréntesis muchas cuestiones que en época de vacas gordas quizá interesaran al ciudadano, pero que ahora se tornan en atrezzo superfluo. Ahora lo que importa es no perder el trabajo, conservar el sueldo dentro de un límite sostenible, no cerrar empresas, incentivar el consumo, activar el tejido empresarial; en definitiva, imperativos categóricos que habrá que resolver si no queremos que en las próximas primarias el soberano mande a freír espárragos a todo aquel que se eleve como salvador de la patria con poco más que su verbo y un retoque de fotosop.

Ramón Besonías Román

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