Piénsalo dos veces





Al PP ya le salió otro perro de presa de la chistera mediática. Como no tienen otra cosa que hacer, a la espera de ganar los comicios por la gorra, sin sudar camiseta, van soltando estupideces, con el fin de provocar la efervescencia de su feligresía. El bocazas de turno se llama Ángel Mínguez; para quien ande despistado, se trata del secretario de Presidencia de las Cortes Valencianas, un cargo que no le ha servido para mejorar su verbo ni corregir maneras, pero sí para lanzar piedras contra la prensa, esperando que alguien igual de estúpido que él le ría sus tonterías. El PP anda crecido, quizá por esta razón se pasa de sal gorda en sus declaraciones. Hasta Fraga, que a estas alturas ya debe darle igual cinco que seis, ha llamado al orden a Aguirre -la niña deslenguada de Génova 13-, pidiéndole que se calle la boca.

Esta vez la diana apunta nada menos que Ana Pastor, que -todo sea dicho- no necesita a nadie que la defienda; ella sola se basta para merendarse a la plana pepera y quedarse aún con hambre de más. Al señor Mínguez, de emocionado que debe estar después de asistir al reciente congreso eucarístico del partido, se pasó tres pueblos en Twitter, dejando caer, como quien se hace el tonto y acaba siéndolo de verdad, la siguiente pregunta: «¿Qué nombre se pondrá @anapastor_tve tras el #20n?». La periodista zanjó escuetamente el tema (darle coba a un necio es como regar un Gremlins): «Me sorprende que teniendo responsabilidad en tu partido hagas ciertos comentarios...» Una respuesta realmente comedida y elegante para lo que pedía la situación.

Actitudes como la del señor Mínguez deberían avergonzar a sus propios correligionarios, no solo por su manifiesta incapacidad para el humor negro, sino por sugerir, en un alarde de autosuficiencia y pavoneo gansteril, que una vez en la Moncloa estarían dispuestos a practicar el genocidio ideológico con todos aquellos que no sean santos de su devoción. ¿Se imaginan ustedes a la Televisión pública dirigida por el equipo de Intereconomía? O peor, ¿vendida a una cadena privada por tres euros?

El PP está deseando largar por esa boca aquello que Rajoy les obliga a contener, por miedo a perder el amor de los desencantados de izquierda, los votantes indecisos o cabreados varios. Se esfuerzan como pueden por hacer una campaña de silencio, estrategia que les beneficia de cara a las urnas, ya que creen tener al electorado bebiendo de su mano sin necesidad de ofrecer otra cosa que humo. Esperemos que la ciudadanía no sea tan estúpida como para caer en este órdago y se piense dos veces el voto.

Ningún gesto público parece indicar que el PP esté dispuesto a ofrecer una campaña de propuestas reales contra la crisis, objetivo que debiera ser su mayor prioridad, ya que se presenta ante el electorado como la única alternativa sólida al ejecutivo socialista. Por el contrario, alardea de un triunfalismo presidencialista, sin haber demostrado siquiera un catálogo de acciones prioritarias con las que su potencial electorado sepa a qué atenerse. Resultaría singular que el votante indignado con el ejecutivo de Zapatero virara hacia la derecha por puro despecho, para meterse en una experiencia de la que podría salir escaldado. En cualquier caso, el electorado lo tiene difícil. Se le pide desviar su voto hacia una derecha armada y peligrosa, a la que no se le ve nada excepto las oscuras intenciones, o dar un salto de fe y confiar en que el partido socialista haga acto de contrición y reaccione con políticas eficaces que dejen de simular una izquierda cogida con alfileres y tome posición hacia una justicia social que humanice las finanzas y dé pan a quien no lo tiene. El dilema no es fácil de ponderar, pero merece dedicarle un rato.
Ramón Besonías Román

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