El piano de Chopin


1838. El médico de Chopin recomienda al compositor un cambio de aires. Las Islas Baleares podrían ser una excelente elección para tratar su tuberculosis (hoy los expertos se decantan más bien por la epilepsia). Pero en vez de un aire suave y apacible, una temperatura templada que aplacara sus dolencias, Chopin, Sand y los dos hijos de ésta encuentran en el invierno de Mallorca un tiempo endemoniado que agraba aún más los pulmones del enfermo. La pareja se hospeda en el palacio real de la Cartuja de Valldemosa. Allí mismo compondría Chopin gran parte de sus Preludios y Sand escribiría su famoso libro de viajes autobiográfico Un invierno en Mallorca, donde retrata sin miramientos una España provinciana, cerrada al mundo y pegada al rosario. Por otro lado, tuvo que ser cuando poco extraño para los lugareños de entonces ver cómo una pareja tan singular arribaba a sus costas. No estaban casados, ella llega con los hijos de su anterior matrimonio y encima viste como un hombre, fuma y evita la iglesia. Declara Sand en su libro: «No creo exagerar diciendo que desde el intento de insurrecion carlista causado por el campanero de Manacor en 1835 y que costó la cabeza al pobre diablo no hay ningún otro acontecimiento que haya producido tal sensacion».

Chopin esperó durante su invierno en Mallorca la llegada urgente de un piano
Pleyel, llamado así por su renombrado fabricante, Ignace Joseph Pleyel, quien fuera en el pasado discípulo de Haydn. Tras algunas complicaciones, llega el piano a la Cartuja y le es instalado en su celda, con más exactitud, la número 4. Hasta hace poco se había creído que la habitación de Chopin era la número 2. Sin embargo, recientes investigaciones confirman que no es así. La habitación y el piano expuesto ante los turistas no son los verdaderos. El piano es posterior a 1838 y la habitación se encuentra a unos pocos metros de la falsa. Aún así, los propietarios actuales de la celda número 4 -la familia Quetglas- han exigido a los propietarios de la celda 2 -la familia Ferrá- que borren cualquier rastro que haga creer al turista ingenuo que la antigua estancia es realmente la auténtica, a fin de que a partir de ahora sean ellos quienes se lucren del peregrinaje turístico. No en vano, Chopin se ha convertido para Marrorca en un reclamo suculento para atraer un mercado cultural de curiosos, aficionados a la música y devotos fans de la obra del ilustre francés. En 2010, Chopin fue declarado hijo adoptivo de la ciudad (años antes lo sería George Sand). Ironías de la vida, una pareja denostada en su tiempo por unas costumbres zangolotinas hoy son celebrados como ejemplos de modernidad y progreso.

Por un momento, al leer la noticia del falso piano de Chopin, me vino a la memoria esa escena tan manida de Bienvenido Mr. Marshall en la que un pueblo entregado espera con ilusión y curiosidad la llegada de los amigos americanos. Y no sé muy bien con qué imagen quedarme: si con la de un pueblo celoso de su puritanismo ante la llegada de unos extraños sin moral ni Dios, o la de dos familias mallorquines luchando por hacerse de oro a costa de vender al turista la hagiografía de Chopin. Será que Machado tenía razón: de ellas te libre Dios, una de las dos te helará el corazón.


Ramón Besonías Román

1 comentario:

  1. Yo visité la casa en Mallorca y vi, como el resto de compañeros de mi viaje de estudios, el piano. Según estaba leyendo tu publicación mis ojos se iban abriendo más y más gradualmente. Una lástima... Como consuelo diré que, pese a no ser el auténtico, gracias a la visita, un buen amigo, que actualmente se gana la vida componiendo, comenzó a interesarse por la música.
    Un saludo.

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