El mundo es un lugar extraño. Mientras Jean Paul Gaultier presenta en París, para la colección primavera-verano de este año, a su modelo andrógino, Andrej Pejic, como un animal singular, dotado de una belleza ultraterrenal, a casi 2000 kilómetros de la capital gala se le concede el Nobel de la Paz a tres mujeres, diferentes en cultura, figura y armario ropero, más bien poco andróginas, pero incisivas y firmes cuando la ocasión lo merece. Sus nombres son difíciles de pronunciar (Tawakkul, Leymah y Ellen), pero su credo es nítido y contundente, compartido por todos los habitantes del planeta con un mínimo de sentido común: restituir la justicia a todas las mujeres del mundo a las que se priva de derechos fundamentales y favorecer el surgimiento de un sistema político con garantías democráticas allí donde viven. Y lo demandan desde países (Liberia y Yemen) en donde hablar hasta ahora de derechos era como intentar que las ranas crien pelos. El mérito es doble. Estas mujeres son una avanzadilla moral en sus países; marcan tendencia, pero no en el mundo de la moda. Leymah consiguió -por citar una sola de las muchas hazañas históricas de este trío- un giro copernicano hacia la democracia, impulsando con su activismo pacifista el fin a la guerra civil de Liberia en 2003.
El mundo es un lugar extraño. Mientras la diseñadora Teresa Bacca recupera el cuero para su nueva colección de moda, en plan revival ochentero, no muy lejos, en el almacén Agronativa de Cieza, las operarias se cuelgan del cuello un cartel nada glamuroso con la palabra «aseo» en mayúsculas cada vez que necesitan evacuar. Eso sí, para no bajar la producción tayloriana, su estancia en el escusado no debe exceder los cinco minutos; de lo contrario, le restarán de su sueldo media hora de trabajo. El esperpento se dilata con agravantes como el hecho de que al mezquino empresario de esta noticia se le haya ocurrido hacer tan solo tres carteles para 400 trabajadoras, que la hora la paguen a menos de 6 euros, o que denigren y amonesten a las mujeres que decidan quedarse embarazadas. «Aquí se viene a trabajar, no a tener hijos», les espetaba el capataz. Lo triste es que estas noticias parecen salir a la luz solo cuando llegan a un grado de desprecio por la dignidad humana que roza la crueldad. Incluso algunos ciudadanos, al enterarse de que la mayoría de las operarias de esta fábrica son mujeres inmigrantes, empatizan con el empresario, exclamando: ¡Ah, bueno, pero esa gente viene a España a lo que le echen! Y si no, que se queden en su país. ¡Pues buena está cayendo aquí como para que encima se vengan quejando!
Lo dicho, este mundo es un lugar extraño, muy extraño. A nadie debiera sorprenderle que Gurb, el extraterrestre protagonista de la hilarante novela de Mendoza, decidiera abandonar nuestro planeta, perplejo ante la inquietante naturaleza de sus inquilinos. Vistos desde fuera, bajo la quisquillosa mirada del microscopio, los seres humanos dejamos mucho que desear. Somos un virus antropófago, un lobo para nosotros mismos, que esquilmamos lo propio y lo ajeno, a mayor gloria de nuestro ombligo... Sí, ya sé que también somos capaces de acciones generosas, gestos desprendidos, conductas altruistas que compensan la báscula. Pero ustedes perdonen, cuando uno lee el periódico o escucha el telediario, le entra la vena autocrítica y comienza a dudar hasta de su misma especie. No es para menos.
Ramón Besonías Román
El mundo es ancho y ajeno como tituló Ciro Alegría a su vasta novela. Yo no puedo juzgar mucho el mundo porque estoy aliviado químicamente desde hace un tiempo. Pero lo cierto es que cuando no estaba, la angustia me desbordaba ante la realidad (o la construcción de la realidad) que me llegaba cada día en mi mundo particular y el de todos, ese que se refleja en al prensa. Quiero decir que motivos hay para todo y que depende de nuestro estado interior que alumbremos más o menos esperanza en la desolación cotidiana.
ResponderEliminarEn cuanto a las mujeres premiadas me enorgullecen especialmente porque muestran otro lado del que solemos alumbrar los varones. El caso de Liberia es tremendo. Creo que pocos países hay tan desgraciados como éste. Que haya lugar para un pequeño atisbo de esperanza en medío de la catástrofe que es la historia de este país, ya es algo.
El mundo es extraño, no hay duda, pero no hay que extrañarse de ello. Vivimos en la extrañeza como caldo de cultivo esencial Siempre ha sido así. Siempre ha sido extraño para el que le ha tocado vivir su tiempo, el único que existe.
La perplejidad es el último reducto que nos queda para no caer rendidos a la realidad, agotados por ella.
ResponderEliminarAy de aquel que no sienta curiosidad, que no se sorprenda ya de nada, que se deje llevar, como animal muerto, por la corriente.