Entretenidos, conectados y calladitos


Publicado en el diario Hoy, 5 de julio de 2010


Dicen que Europa asienta sus cimientos en la cultura griega. Y no creo que les falte razón a quienes piensan así. Los griegos le tenían grima al trabajo manual y preferían que sus esclavos lo realizaran por ellos. Mientras tanto, construían una reputación de artistas, pensadores, estrategas y políticos de la que nuestra Europa del siglo XXI aún recibe influencias. Para Aristóteles -por citar a un santo de nuestra cultura-, la mente humana piensa y después la mano (de otros) ejecuta lo diseñado por nuestra inteligencia. Por supuesto, pensar es una actividad noble y superior, ya que no requiere mancharse ni sudar. Por esta razón, sólo un señor acomodado podía llegar a ser un lumbrera en la Grecia Clásica. El pico y la pala se lo dejaban al currito de a pie, y éstos ni siquiera poseían la condición de ciudadanos.

Hoy las cosas no han cambiado mucho, salvando lo evidente. Quizá Grecia no tenga ya el esplendor de entonces, pero su herencia cultural sigue planeando sobre la forma en la que los países desarrollados gestionamos las relaciones sociales en materia laboral. Sólo que los nobles de entonces hoy son grandes multinacionales, cuyo capital se nutre de diversos inversores de diferentes países y sus sedes parecen asentarse en territorio de nadie. Sus esclavos ya no son robados de sus incursiones marciales en busca de oro y territorio. En esto parece -las apariencias ya se sabe, engañan- que somos más civilizados. Está prohibido esclavizar a nuestros ciudadanos, por lo menos no más allá de lo que pueda soportar la corrección política o las urnas. Preferimos, por el contrario, buscar fuera de casa peones sin futuro, anoréxicos de necesidad, súbditos de países sin ley, que cobren dos duros por un trabajo que aquí exigiría respetar derechos laborales ganados a pulso desde no hace tanto. Si pudieran, estos ladrones de guanto blanco y moral podrida dejarían sin pan hasta a su madre, con tal de seguir ahorrando a sus empresas unos millones cada año.

Y si no, que se lo digan a Apple. Foxconn, una empresa industrial con sede en Taiwan, fabrica materiales informáticos a grandes como Nokia, HP, Dell o Apple. Sólo la fábrica de Shenzhen, al sur de China, tiene empleados a la friolera de 420.000 trabajadores, que en estos momentos ensamblan sin resuello las piezas del último IPhone, cuarta generación. Noticias como ésta no nos resultan inverosímiles ni relevantes. Estamos ya acostumbrados a que estas multinacionales jueguen al Monopoly con el mundo. Además, mientras a nosotros no nos lleguen sus efectos -sorda ignorancia-, asentimos resignados ante la desgracia ajena. Sin embargo, no hace mucho la prensa internacional filtró que precisamente en esa fábrica china ya se han suicidado en lo que va de año diez trabajadores y en el mes de abril setenta lo han intentado.

Por supuesto, la maquina publicitaria de Apple se puso en marcha con rapidez, más aún ante el inminente desembarco en Europa de su último gadget, el famoso IPad. Apple asegura que se abrirá una investigación en lo referente a las condiciones laborales en las que viven los trabajadores de las empresas subcontratadas por ellos. Prometen construirles pabellones deportivos y destress rooms para soltar adrenalina y contratar a setenta consejeros mentales para levantarles el ánimo. La televisión china afirma no extrañarse de la noticia de las muertes. Los suicidas provenían, según dicen, de zonas pobres del país y se tiraban el poco tiempo libre que tenían en cibercafés de la zona, enganchados a webs porno. El colmo del despropósito lo rubrica la propia empresa Foxconn, que ha obligado por contrato a sus empleados a no suicidarse, bajo pena de no recibir sus familias un sólo chavo tras su autodefunción.

Según recientes declaraciones, la empresa quiere subirles a los trabajadores un 20%, esperando quizá así que el índice de suicidios se reduzca el próximo año. El salario base mensual de estos trabajadores no llega a 950 yuanes (112 euros), cantidad que puede elevarse hasta 2.000 yuanes (236 euros) al mes si hacen horas extras. The World Street Journal, por supuesto, insiste en que esta medida en nada tiene que ver con los suicidios. Para estas grandes multinacionales, el asunto es tan sólo una cuestión de reducción de riesgos. No pueden permitirse un desgaste de imagen, pero tampoco pueden prescindir de la reducción de costes que les brinda fabricar sus chismes en estos países. Y todo este despliegue de insensatez y mezquindad para ofrecernos a nosotros, los países desarrollados, aparatejos con los que cubrir nuestras horas de ocio y esparcimiento, viendo vídeos de Youtube, bajando la última novedad musical o simplemente cacharreando en busca de la última aplicación que me diga qué tiempo hará en mi pueblo. Por supuesto, a un precio que permita seguir inflando los dividendos de los operadores de comunicación y consiga tenernos a todos entretenidos, conectados y calladitos.

Ramón Besonías Román

1 comentario:

  1. Es lamentable la situación en la China que describes en tu post y el enfoque, partiendo desde la cultura griega, hace que se me abra una imagen horrorosa de la cultura europea que se le ve como explotadora, soberbia y arrogante. Quizá sería bueno que con esa misma agudez que muestras podamos todos ser autocríticos con nuestro propio entorno social y económico. Creo que los pueblos, naciones, sociedades crecen y se enaltecen viendose al espejo y mejorando o erradicando lo que humanamente no debería hacerse.
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